Seljalandsfoss y Gljúfrabúi, dos cascadas de cuento en Islandia


En el sur de Islandia, convenientemente cerca de la famosa Hringvegur (la carretera circular que rodea la isla) y visible ya si se viaja en dirección este, se encuentra la cascada Seljalandsfoss.


El Seljalandsá (río líquido) cae desde un acantilado de unos 60 metros, que en otros tiempos se encontraba al borde del océano. En la actualidad, acantilado y océano están separados por una llanura de varios kilómetros.


El río tiene su origen en el Eyjafjallajökull (el glaciar en las montañas junto a las islas). Cubierto por los hielos de este glaciar se encuentra el volcán del mismo nombre (aunque también se le llama Eyjafjöll), que se hizo tan famoso en 2010, cuando entró en erupción y paralizó el tráfico aéreo de gran parte de Europa.


Lo que hace singular a Seljalandsfoss es que se puede rodear completamente. Si ya ofrece unas vistas de postal desde el frente, la posibilidad de caminar por detrás de la cascada nos da una oportunidad maravillosa de contemplarla desde una perspectiva a la que no estamos acostumbrados.


Después de salir por el lado izquierdo de la cascada, en el que hay un pequeño mirador, bajamos y caminamos junto al acantilado en dirección norte, el paseo amenizado por varias cascadas más pequeñas.


Convenientemente cerca también, se encuentra Gljúfrabúi, la cascada escondida. Se accede a ella a través de una hendidura en el acantilado. Pisando con cuidado sobre las rocas sueltas para no mojarnos demasiado los pies, llegamos por fin a un pequeño espacio.


Con el cielo abierto sobre nuestras cabezas y rodeados del vaho que provoca la caída del agua, nos quedamos admirando esta cascada. Empezamos a entender que vamos a amar absolutamente todas las cascadas de Islandia, cada una por un motivo diferente.



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