El Palacio de Justicia de Bruselas: el gigante en la colina


El histórico Mont aux Potences, o Galgenberg (en español, colina de la horca), se localiza en el céntrico distrito de Marolles. La colina se eleva por encima de los tejados del barrio del que forma parte, por lo que ofrece vistas inigualables de la ciudad de Bruselas extendiéndose en el horizonte. Incluso se divisan en la distancia el Atomium y la basílica de Koekelberg, que es sorprendentemente grande (del Atomium ya me lo esperaba).

El nombre de la colina no engaña porque aquí se colgaba a los criminales durante la Edad Media. Y aunque las horcas desaparecieron hace ya mucho tiempo (lo que es una suerte), el peso de la justicia todavía se siente. Ahora el lugar está ocupado por el descomunal Palacio de Justicia.


Inspirado en la arquitectura clásica y diseñado a escala faraónica, el Palacio de Justicia de Bruselas es sin lugar a dudas el legado más importante de su creador, el arquitecto Joseph Poelaert.

En su tiempo, sin embargo, fue muy criticado. El motivo era la desmesura del proyecto. Para hacer sitio al edificio, considerado el más grande construido en el siglo XIX, hubo que demoler muchas casas del barrio de Marolles. Esto levantó ampollas entre los vecinos obligados a abandonar sus hogares, la mayoría gente modesta. Como era de esperar, Poelaert fue el blanco de su ira. La expresión skieven architek (algo así como arquitecto corrupto) se convirtió rápidamente en uno de los peores insultos en el dialecto local.

También estaba la cuestión de los gastos de la obra, que excedieron sobremanera el presupuesto inicial. El edificio costó 50 millones de francos, con los que se hubiera podido hacer frente a un año entero de obras públicas en todo el país. En comparación, los 4 millones previstos originalmente parecen muy poca cosa.

17 años se necesitaron para construir el Palacio de Justicia (de 1866 a 1883). Que cada cual juzgue si eso es mucho tiempo a la vista del resultado. En cuanto a Poelaert, no vivió para verlo terminado, ya que falleció cuatro años antes. Dicen que fue su grandioso proyecto lo que acabó con él, haciéndole perder primero la razón y después la vida.





Levantar esta obra colosal ha costado mucho. Indignación, dinero, tiempo, entre otras cosas. Quizás hasta la cordura y la vida de su arquitecto. Mantenerlo tampoco es fácil. Para hacerse una idea, basta saber que la renovación más reciente comenzó en 1984 (sí, hace casi cuatro décadas, no me he equivocado). Desde entonces el Palacio de Justicia no se ha visto libre de andamios. Ha pasado tanto tiempo que hasta estos han necesitado sus propias reparaciones.

La gente se lo toma con humor y hace sus chistes (la idea de la justicia entre rejas es demasiado buena como para dejarla escapar), pero hay que reconocer que el Palacio de Justicia de Bruselas no es cosa de risa, sino un monumento impresionante digno de la mayor admiración.


 

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