El Partenón de Atenas, la búsqueda (y consecución) de la perfección
En el punto más alto de la roca sagrada se levanta majestuoso
el Partenón, el mayor y más antiguo de los monumentos de la Acrópolis.
Dedicado a Atenea Partenos (virgen), la diosa protectora de Atenas, el Partenón es considerado
el máximo exponente del orden dórico, aunque presenta algunos rasgos jónicos en
su interior.
Erigido por iniciativa de Pericles, con la construcción de
este templo se inició el ambicioso programa para la sustitución de los templos
destruidos por los persas en el 480 a.C.
Construido con mármol pentélico, como el resto de los
edificios de la Acrópolis, el Partenón fue obra del arquitecto Ictino, asistido
en su labor por Calícrates (el mismo arquitecto que diseñó el Templo de Atenea
Niké), bajo la supervisión general de Fidias. Éste, amigo de Pericles, fue
además el responsable de toda la decoración escultórica.
El emplazamiento elegido había estado ocupado por anteriores
santuarios. Más tarde, veremos en el Museo de la Acrópolis lo que se cree son
restos de los frontones del más antiguo de ellos, el Hecatompedón (templo de los cien pies) construido
alrededor del año 570 a.C. Éste fue reemplazado por un efímero templo (el
llamado Pre-Partenón) comenzado tras la batalla de Maratón (490 a.C.) que fue
el que resultó destruido por los persas.
Los trabajos de construcción del Partenón, de tamaño
bastante mayor que sus predecesores, se desarrollaron entre los años 447 a.C. y
438 a.C., si bien las labores de decoración escultórica continuaron hasta
completarse en el 432 a.C.
Un poco de nomenclatura: el Partenón es un edificio
períptero, ya que todo su perímetro estaba rodeado de columnas, 8 en las
fachadas principales (se trata por tanto de un templo octástilo, algo poco común)
y 17 en las laterales. Contaba además con una fila adicional de 6 columnas
tanto en su lado oriental como en el occidental.
De este a oeste, se dividía interiormente en pronaos, naos
(o cella), Partenón propiamente dicho y opistodomo.
Era en el interior de la cella donde se custodiaba la
estatua criselefantina (de oro y marfil)
de Atenea Partenos. Esta colosal estatua, de casi doce metros de altura, era
obra de Fidias. Lamentablemente, se ha perdido y sólo hemos llegado a conocer
su aspecto por copias y descripciones.
La cámara de la que todo el edificio toma su nombre
consistía en una sala cuadrada con cuatro columnas jónicas. Se accedía a ella
desde el opistodomo y era el lugar donde se guardaba el tesoro público de la
ciudad.
Pese a las enormes dimensiones del Partenón, los arquitectos
fueron capaces de crear un edificio de proporciones perfectas, especialmente
equilibradas y armoniosas. Su búsqueda de la armonía les llevó a realizar una
serie de estudiadas e imperceptibles correcciones ópticas: son los llamados
refinamientos.
Por un lado, el estilóbato (donde se asientan las columnas)
y el entablamento tienen un perfil convexo para evitar el efecto de pandeo, y
ya de paso se soluciona el problema del agua de lluvia, que se derrama fuera.
En cuanto a las columnas, todas se inclinan hacia adentro (con
una inclinación mayor las de las esquinas) para evitar la impresión de caída
hacia afuera. También de paso, el edificio adquiere mayor estabilidad y puede afrontar
de manera más efectiva los terremotos. Además, todas presentan éntasis, que
consiste en un leve abombamiento cerca de su parte central, con el fin de dotar
de flexibilidad y viveza al edificio. Finalmente, la distancia entre columnas no
es uniforme, sino que es mayor entre las centrales y va reduciéndose hasta las
de las esquinas, que por otro lado tienen un diámetro mayor.
La decoración escultórica del Partenón, realizada bajo la
dirección de Fidias, era digna de un edificio de tal perfección.
Los proyectos escultóricos de los frontones, de una complejidad
y escala sin precedentes, estaban compuestos por estatuas de bulto redondo. En
el frontón oriental, sobre la entrada principal, se representaba el nacimiento
de Atenea de la cabeza de Zeus, delante de los otros dioses olímpicos. El tema
del lado occidental era la disputa entre Atenea y Poseidón por la soberanía del
Ática, uno de los grandes mitos locales, que resultó en victoria para la diosa.
Los frisos exteriores, típicamente de orden dórico, estaban compuestos
por una alternancia de triglifos y metopas. Éstas, un total de 92, fueron las
primeras en recibir decoración escultórica. Los temas representados eran
batallas legendarias, cada fachada dedicada a una distinta: la gigantomaquia en
el lado este, la amazonomaquia en el oeste, la Guerra de Troya en el norte y la
centauromaquia en el sur.
Los frisos del interior, de estilo jónico, abarcaban todo el
perímetro exterior del recinto cerrado. Esculpidos en bajorrelieve,
representaban la procesión de las Grandes Panateneas, que se celebraban cada cuatro
años. En el lado oeste tenía lugar el primer estadio de la ceremonia, con los
jinetes preparándose en el Kerameikos. Desde allí, la procesión avanzaba
paralelamente por los lados norte y sur para converger en el friso este, donde
concluía con la ofrenda del nuevo peplo para Atenea, mientras
los dioses olímpicos presenciaban la escena.
De toda la decoración escultórica del Partenón que ha
sobrevivido hasta nuestros días, más de la mitad se encuentra en el Museo
Británico: los llamados Mármoles de Elgin.
No es de extrañar que los griegos lamenten amargamente el expolio sufrido a
manos de este diplomático británico, que se llevó también piezas de otros edificios
de la Acrópolis.
Cambiando de tema, una curiosidad (de una infinidad de curiosidades elijo esta ¿por qué no?): sobre las columnas de la
fachada oriental se distinguen unos agujeros cuadrados. Allí se colocaron 22
escudos persas, trofeo de Alejandro Magno de la batalla del Gránico (334 a.C.).
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