El Guggenheim resplandeciente bajo el cielo de Bilbao



El Museo Guggenheim de Bilbao es un magnífico ejemplo de lo que su creador, Frank O. Gehry, considera que debe ser la arquitectura. Para este arquitecto de origen canadiense, un edificio debe ser una obra de arte, como si fuese una escultura.



La construcción, paradigma del movimiento deconstructivista, se configura en dos módulos: uno ortogonal de piedra caliza y otro curvado de láminas de titanio (adivina cuál de los dos me gusta más), y se completa con muros de vidrio.



Las finísimas láminas de titanio han permitido a Gehry crear formas muy innovadoras, a la vez que aportan infinidad de reflejos y matices de color. El resultado es una estructura muy dinámica que transmite gran sensación de flexibilidad.







Para el proyecto de construcción de este edificio tan complejo, el equipo de Gehry se sirvió de CATIA, un avanzado software utilizado inicialmente en la industria aeroespacial. Gracias a este software, se pudo materializar fielmente el concepto y determinar la forma precisa de cada pieza, única y exclusiva para el lugar que ocupa.



El Museo Guggenheim de Bilbao es, contiene y está rodeado de obras de arte (obvio, es un museo de arte), algunas tan conocidas y emblemáticas como el propio edificio.


El perrito gigante Puppy de Jeff Koons iba a ser en principio una exposición temporal, pero finalmente se ha quedado como una escultura permanente junto a la entrada del museo, dándonos la bienvenida a los visitantes.


Con las esferas reflectantes de El gran árbol y el ojo, el artista Anish Kapoor reflexiona sobre la inestabilidad y el carácter efímero de nuestra visión y, por extensión, de nuestro mundo.


En la terraza del edificio, bajo la marquesina, se localiza otra creación de Jeff Koons: Tulipanes. Esta colorida y alegre obra realizada en acero inoxidable forma parte de una serie de cinco esculturas titulada Celebration.


Daniel Buren es el responsable de la monumental Arcos Rojos, situada en el puente de la Salve, que atraviesa la ría del Nervión. El rojo intenso de esta instalación es el que pone el acento de color en este entorno.


Muy cerca del puente de la Salve se encuentra Mamá, la araña de casi diez metros de Louise Bourgeois. La figura es un homenaje a su propia madre, que era tejedora. Para la artista, la araña representa la dualidad de la naturaleza de la maternidad, a la vez protectora y depredadora.



Cuesta creer que hace no demasiados años este espacio de recreo tan lleno de arte fuera una desapacible y poco acogedora zona industrial.


¡Selfie!


¡Otra selfie! (ya paro)


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