En la playa de Ostende
La caída de la tarde y el buen tiempo han animado a turistas y a locales a dar un paseo por el Westerstaketsel, el antiguo muelle de madera de Ostende.
El Westerstaketsel (muelle del oeste) se construyó en la entrada del puerto durante los años 1888-1889, en una época en que Ostende era el lugar de veraneo favorito de la aristocracia. Se dice que el rey Leopoldo II, que tenía aquí su residencia estival, solía incluir el muelle en sus caminatas. Ahora las cosas han cambiado. La ciudad se ha democratizado y mucha gente trabajadora viene a pasar el día libre en la playa. En cuanto al viejo muelle de madera, sigue en su sitio igual que el primer día.
Al sur del muelle se extiende en línea recta la playa, ancha y kilométrica. Se comprende enseguida que sea tan popular entre los turistas, que hoy se resisten a abandonarla a pesar de lo avanzado del día.
El límite al oeste es el mar del Norte y resulta un poco extraño, porque Ostende, en neerlandés Oostende, quiere decir extremo oriental. El nombre (era lógico que hubiera una razón) alude a su ubicación original en una isla que ya no existe, llamada Testerep.
Testerep era una isla mareal en una zona de marismas. Consistía en una franja alargada de tierra casi totalmente separada del resto por un canal. En el lado este, al final del canal, había una llanura que quedaba sumergida con la marea alta.
En torno al siglo XII, en un esfuerzo por atenuar el efecto de las mareas y hacer la zona más habitable, se construyeron diques y se crearon pólderes. En 1266, en el extremo más oriental de Testerep, se fundó la primitiva Ostende.
Pese a los intentos de dominar la fuerza del agua, la amenaza siempre estuvo presente. Una serie de inundaciones provocadas por fuertes tormentas se encargaron de que nadie fuera capaz de olvidarlo. La más devastadora, que tuvo que parecer el fin del mundo, se produjo la noche del 22 de enero de 1394. La tormenta fue tan brutal que borró del mapa gran parte de Testerep y con ella la ciudad de Ostende, que fue tragada por el mar prácticamente entera.
Tras el desastre hubo que reconstruir la ciudad desde cero, pero se hizo un poco más al este, tierra adentro y fuera ya de Testerep.
Es esa nueva Ostende la que todavía existe, aunque tan transformada que apenas conserva rastro de su pasado medieval. Quizás el vestigio más antiguo sea la Peperbusse, que era la torre de una iglesia del siglo XV ya desaparecida.
La Peperbusse es única por su valor histórico, pero se oculta a la vista como si fuera algo insignificante tras la Sint-Petrus-en-Pauluskerk.
Esta gran iglesia va teniendo una edad, aunque no es tan antigua como puede parecer a primera vista. Se construyó entre los años 1899-1905 por orden de Leopoldo II, que no quiso reparar en gastos para su ciudad de vacaciones.
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