En Brujas (parte 1)


Casi todos los que han bajado del tren en Brujas se han ido directos al Minnewater (yo incluida) porque seguramente no hay mejor manera de llegar al casco antiguo. Hay dos motivos. En primer lugar, el Minnewater pilla de camino. Segundo, y más importante, tiene fama de entorno idílico en una ciudad ya de por sí considerada romántica.

Popularmente, el Minnewater es conocido como el lago del amor. Y es gracioso porque aunque hay varias teorías sobre el origen del nombre (del oficial, quiero decir), en todas ellas el amor brilla por su ausencia. Pero la imaginación de la gente es poderosa. Además, ayuda bastante el hecho de que en neerlandés beminnen signifique amar. Para reforzar bien la ilusión, se alza en la otra orilla el romántico Kasteel de la Faille, construido en 1893.


El Minnewater no es un lago natural. Se creó en torno al siglo XIII, mediante la construcción de una esclusa, para regular el caudal del río Reie y prevenir inundaciones en la ciudad. Fue después cuando se integró dentro del recinto amurallado. Un puente, originalmente de madera, conectaba las orillas y en ambos extremos había torres defensivas. La más grande, la del lado oeste, todavía se conserva. Desde que se construyó (es de 1397) ha tenido diferentes usos, entre ellos almacén de pólvora. De ahí que aún se la conozca como Poertoren (torre de la pólvora).


La Sashuis (casa de la esclusa) marca el límite del Minnewater por el norte. Justo al lado está uno de los accesos al Begijnhof, el famoso Beguinaje de Brujas.

Una inscripción nos hace saber que el Prinselijk Begijnhof Ten Wijngaerde se fundó en el año 1245. Desde entonces ha estado habitado por mujeres de manera ininterrumpida. Ahora, aunque ya no hay beguinas, sigue siendo el hogar de algunas monjas y mujeres solteras. Con ellas, una parte del espíritu que movió a las primeras beguinas a agruparse y llevar una vida independiente sin apartarse de la sociedad sigue presente de algún modo.



Preciosa arquitectura, canales de aguas mansas y románticos puentes. Resumiendo mucho, en esto consiste el centro histórico de Brujas. También está salpicado de grandes monumentos, como la Onze-Lieve-Vrouwekerk, que a pesar de sus dimensiones no es catedral sino iglesia. Su torre de más de 115 metros se eleva por encima de cualquier otra.


Enfrente se conserva uno de los hospitales más antiguos de Europa. El Sint-Janshospitaal, fundado a mediados del siglo XII, fue en su día la institución para enfermos y necesitados más importante de la ciudad. Después de 1977, cuando finalmente cesó su actividad como hospital, se transformó en museo. Es notable su colección de pinturas de Hans Memling (1430-1494), en su mayoría creadas por el artista específicamente para este lugar.


El Sint-Janshospitaal conserva además una farmacia del siglo XVII. No así su jardín de hierbas medicinales, en cuyo recuerdo se han plantado varios parterres.


Un adorador de gatos se fija primero en otra cosa, debo confesar, pero hacia el noroeste asoma ya la torre de la Sint-Salvatorskathedraal.


La iglesia actual se comenzó a construir en el siglo XII, aunque no fue elevada al estatus de catedral hasta 1834 (la primera estaba frente al ayuntamiento en la plaza Burg y fue demolida en 1799). La torre, digna de una película de fantasía medieval, es del siglo XIX.


La Sint-Salvatorskathedraal está conectada con el Markt, la plaza mayor de Brujas, por la Steenstraat. Esta calle es muy antigua y fue una de las primeras en ser pavimentada (quién sabe, quizás de ahí le venga el nombre, literalmente calle de piedra). En la actualidad es el paseo comercial de la ciudad por excelencia.


Un gran edificio con una torre imponente, o mejor dicho, una torre imponente encima de un gran edificio, domina por completo el Markt. No es otra que la Halletoren, o Belfort, seguramente una de las imágenes más reconocibles de la ciudad de Brujas.


Como plaza principal, el Markt era escenario de todo tipo de eventos públicos, tanto acontecimientos festivos como ejecuciones, pero, ante todo y sobre todo, era el centro comercial de la ciudad.

En torno al año 1240 se decidió sustituir los primitivos mercados de madera del lado sur de la plaza por un complejo monumental con una torre-campanario. Así se materializaron la Lakenhalle (lonja de los paños) y el Belfort.


La lonja era para las transacciones comerciales, pero las funciones de la torre eran otras, además de las obvias: en su interior se custodiaban los privilegios municipales y el tesoro de la ciudad. De su valor simbólico como expresión de riqueza y poder ya ni hablamos.


A finales del siglo XIII, el complejo de la Lakenhalle se había quedado pequeño, por lo que hubo que crear una segunda lonja. En el lado oriental del Markt discurría, y aún discurre, el Kraanrei, un canal ahora soterrado. Sobre él se construyó la Waterhalle (lonja del agua). Esta nueva estructura, que tuvo que ser de un tamaño impresionante, permitía cargar y descargar los barcos bajo techo, además de proporcionar mucho espacio como almacén de mercancías. De cara a la plaza tenía puestos de venta.

Es una pena que la Waterhalle ya no exista porque en su día se consideró una de las siete maravillas de Brujas. En su lugar hay ahora una serie de edificios de estilo neogótico, entre ellos la elegante Provinciaal Hof (Corte Provincial).


Por lo demás, el resto del Markt está lleno (sin cansar) de preciosa arquitectura tradicional.



Originalmente, el Markt era mucho más grande y se extendía aún más hacia el norte. Un recuerdo de ello es el Eiermarkt (mercado de los huevos). En este pequeño rincón al que llaman plaza estaba el mercado de productos lácteos, donde se vendían cosas como mantequilla, queso y (lo sé) huevos.



El Kraanrei, ese canal ahora soterrado que fluye bajo el Markt, termina en la Jan Van Eyckplein. Se puede seguir más o menos su curso gracias al trazado actual de las calles. Pero eso está algo lejos de la intención (y de la capacidad, seamos sinceros) de cierta persona demasiado aficionada a vagar sin rumbo fijo.




Y por fin la Jan Van Eyckplein, la plaza dedicada al pintor Jan Van Eyck (1390-1441), que vivió y trabajó en Brujas.


Nos encontramos en el corazón del barrio más cosmopolita de la Brujas medieval. Aquí estaba el puerto, que atraía a comerciantes venidos de toda Europa, desde el Báltico hasta el Mediterráneo.


Cerca abundaban las posadas, cuyos dueños no solo ofrecían alojamiento y espacio para almacenar mercancías, sino que también actuaban como mediadores en las operaciones de intercambio. Por cierto, una de las más importantes era la posada Ter Beurze y aunque el concepto de bolsa (de valores) podía estar inventado, el término ciertamente nació allí.

Las naciones extranjeras no tardaron en establecer en la zona sus llamadas casas nacionales, que eran una especie de consulados comerciales.

Frente al canal, los ricos comerciantes de la ciudad se hicieron construir la Poortersloge (logia de los burgueses), donde se reunían para tratar de negocios y hacer vida social. Su esbelta torre dominaba el puerto (sin haberse movido del sitio, preside ahora la Jan Van Eyckplein).


Al lado de la Poortersloge se conservan, pequeñas y estrechamente unidas, la Tolhuis (casa de peaje), donde se recaudaba el impuesto de importación, y la Pijndershuisje (algo así como casita de los doloridos), donde acudían a trabajar los estibadores del puerto (ahora se entiende el nombre).


La plaza es perfecta para hacer una larga pausa, pero el paseo continuará. Atrás quedarán los dos grandes de la Jan Van Eyckplein, dignos e inmóviles en sus alturas. Y que sigan con su eterna confrontación.


 

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