Creta: un atardecer en la Fortezza de Rethymno
En 1571 el corsario Uluç Ali saqueó y asoló Rethymno, sin que de nada le sirviera a la ciudad tener una muralla recién construida. Tras el ataque hubo que plantearse muchas cosas, entre ellas levantar nuevas y mejores defensas. La decisión fue crear un gran recinto fortificado en un nuevo emplazamiento, bien protegido, que pudiera dar cabida a todas las casas de Rethymno. El lugar elegido fue la colina de Paleokastro, situada al oeste del puerto. Y el resultado fue la Fortezza, una de las mayores fortificaciones construidas en la isla de Creta durante la era veneciana.
Los trabajos comenzaron en 1573 y se prolongaron hasta 1580. Para entonces, las murallas de la Fortezza estaban completas, al igual que los edificios públicos alojados en su interior. No así las viviendas particulares, que nunca llegaron a hacerse realidad. En cuanto a esto, hubo dos razones. Por un lado la escasez de espacio para instalar a todos. Por otro, la reticencia misma de la gente a abandonar sus hogares, que habían comenzado a reconstruir inmediatamente después del asalto. Por tanto, en lo que a la población se refiere, la Fortezza se quedó como último refugio al que acudir en caso de peligro.
El peligro se materializó en 1646 bajo la forma de invasión otomana. Sin embargo, la Fortezza no salió muy airosa de la prueba (qué fácil es hablar desde la tranquilidad de mi casa), ya que se rindió después de un asedio de 22 días.
Los turcos aprovecharon la Fortezza sin hacer demasiados cambios. No obstante (y como era de esperar), la catedral veneciana fue transformada en mezquita y nombrada en honor al sultán Ibrahim.
La pequeña iglesia de Agia Ekaterini, que vemos delante, es bastante reciente, ya que data de finales del siglo XIX.
El rasgo más distintivo de la mezquita Ibrahim es su gran cúpula, que tiene un diámetro de 11 metros. El minarete hay que imaginárselo, ya que se ha perdido, excepto su base.
También hay que imaginarse el palacio del gobernador veneciano, que estaba enfrente. Del antiguo complejo, que debió ser magnífico, tan solo queda en pie un pequeño anexo que se usó como prisión.
El anónimo edificio situado entre la mezquita y la iglesia fue inicialmente, según se cree, el palacio episcopal: otra obra imponente que ha perdido su magnificencia.
Todo lo contrario del monte Ida, patria de Zeus. Desde este lugar y a esta hora es imposible no fijarse en él, brillando en la distancia con el sol de la tarde.
Durante la época veneciana, el gobernador estaba asistido en su labor por dos consejeros. Uno vivía en la ciudad y el otro en la Fortezza. La residencia de este último, que aún se conserva, se construyó junto a la muralla norte. A su lado se pueden ver los restos de varios almacenes de víveres, así como las cisternas donde se recogía el agua de lluvia.
La localización de los almacenes no es casual. Muy acertadamente, se eligió para ellos el área más segura de la Fortezza. Lo mismo se puede decir de los dos polvorines, uno coronado por una pirámide y el otro por una cúpula, que también se ubicaron en la zona que mira a mar abierto, lo más lejos posible del resto de edificios.
Hoy en día, la Fortezza acoge muchos eventos culturales (de hecho, tiene incluso un teatro al aire libre). En la mezquita Ibrahim, sin ir más lejos, va a haber un concierto. Nos asomamos con timidez para ver su interior, asegurándonos de no estorbar.
Hemos tenido la fortuna de elegir un buen momento para visitar la Fortezza de Rethymno. Las últimas luces de la tarde en un cielo despejado dotan a sus piedras de un encanto especial (no puedo ser la única en opinar así). Además, el lugar es perfecto para ver la puesta de sol.
De camino a la salida no hay farolas y el terreno es irregular. Y no vemos en la oscuridad tan bien como los gatos, que campan a sus anchas. Suerte que llevamos encima la navaja suiza del siglo XXI (es decir, el teléfono móvil), que, por supuesto, tiene linterna.
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