Creta: los monasterios de Gouverneto y Katholiko en Akrotiri
Entre Agia Triada y Gouverneto, los dos monasterios de la península de Akrotiri, hay una distancia de unos 4 kilómetros que en principio íbamos a recorrer a pie. Afortunadamente, el calor nos ha hecho cambiar de planes, ya que quizás nos hubiera faltado tiempo: hay que tener en cuenta que los monjes de Gouverneto solo aceptan visitas en un horario muy reducido. De todos modos, tendremos caminata tan pronto traspasemos los límites de su propiedad.
La parte central de la península de Akrotiri, donde están el aeropuerto y el monasterio de Agia Triada, es relativamente llana. Hacia el norte, sin embargo, el terreno se eleva de repente y se vuelve bastante abrupto. Entre estos montes, en una zona conocida como Arkoudovounia (montañas del oso) se localiza el monasterio de Gouverneto.
Gouverneto, también llamado Kyria ton Aggelon, tiene el honor de ser uno de los monasterios más antiguos de Creta. Fue construido en el año 1537 por los monjes de otro monasterio situado en la garganta de Avlaki, un poco más al norte y mucho más cerca del mar, que tuvo que ser abandonado a causa de los continuos ataques de los piratas. Estaba dedicado a su fundador, Ioannis Erimitis, pero ahora se conoce como Katholiko.
La caminata, aquella a la que no hemos renunciado tras el cambio de planes, nos llevará hasta sus ruinas, pero comienza nada más entrar en los terrenos de Gouverneto, entre árboles y huertos cuidados con amor.
A juzgar por el aspecto exterior del monasterio en sí, es fácil imaginar la preocupación de los antiguos monjes por el peligro de los piratas. El afán de ostentación les fue indiferente. No se molestaron en diseñar una entrada monumental (me estoy acordando de la del monasterio de Agia Triada, tan adornada e impresionante), sino que fueron más prácticos. Parece que su mayor interés era protegerse frente a los atacantes, de modo que crearon una curiosa mezcla de monasterio y fortaleza.
El interior es otra cosa. Deambulando por el patio ajardinado, se podría decir sin temor a equivocarse que los monjes han conocido desde siempre el secreto de una existencia pacífica y feliz. También se podría decir que toda la ornamentación de la que carecen los muros exteriores se reservó para la fachada de la preciosa iglesia, cuya construcción comenzó ya en el siglo XVII.
Los monjes, amables y hospitalarios como griegos que son, pero celosos de su intimidad, piden respetuosamente a los turistas que no hagamos fotos mientras estemos entre los muros del monasterio.
Finalizada la visita, podemos continuar en dirección norte, andando pendiente abajo hacia las ruinas del monasterio abandonado. Las cabras nos hacen compañía la primera parte del camino, hasta que tropezamos con unas ruinas que dejan casi oculta la entrada de una cueva. En el interior han construido una capilla.
También han construido un depósito de agua. Sobre él hay una estalagmita que parece un oso inclinándose para beber. Este es el motivo de que a la cueva se le haya dado el nombre de Arkoudospilio (cueva del oso). Y de que la capilla haya sido dedicada a Panagia Arkoudiotissa.
La cueva no es profunda ni peligrosa, por lo que podemos explorar sin miedo. No descubro el rostro de Pennywise, acechando entre las sombras, hasta que estoy en casa revisando las fotos.
Más allá de la cueva del oso, la pendiente se acentúa y el sendero se llena de curvas. En la distancia asoma la pequeña cala donde desemboca la garganta de Avlaki.
No tardamos mucho en llegar hasta el borde mismo de la garganta, en cuyo fondo se conservan las ruinas del monasterio de Agios Ioannis Erimitis, más conocido como Katholiko.
Las paredes casi verticales del cañón están plagadas de diminutas cuevas, que fueron en otro tiempo refugio de ermitaños. Habían acudido siguiendo el ejemplo de Ioannis Erimitis, el santo al que está dedicado el monasterio.
El antiguo monasterio, el que sufrió el azote de los piratas, fue fundado en el siglo XI, pero los restos que vemos ahora son bastante posteriores. A finales del siglo XVI, ante la gran afluencia de peregrinos que venían a ver la cueva de Ioannis Erimitis, se decidió construir un complejo de edificios donde poder acogerlos y una iglesia.
Muy apropiadamente, para la iglesia aprovecharon una de las cuevas en la pared del desfiladero, que hicieron accesible levantando un atrio sostenido por bóvedas.
También muy apropiadamente, construyeron un puente lo bastante ancho para que tuviera la doble función de enlace entre ambos lados y de gran plaza abierta.
Triple función, en realidad, ya que debajo (dentro) del puente hay habitaciones abovedadas.
Desde sus ventanas se puede apreciar adecuadamente (siempre que el vértigo no lo impida) el verdadero tamaño de un gran árbol que crece salvaje entre cuatro paredes.
Se puede continuar la caminata por debajo (no por dentro) del puente hasta la cala rocosa que habíamos visto en la distancia, pero preferimos terminar aquí.
Aunque, pensándolo bien, no hemos terminado, porque tenemos que volver por donde hemos venido…
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