Escocia: el castillo de Saint Andrews junto al mar
Un curso de agua poco importante, el Kinness Burn, fluye cerca del centro de Saint Andrews, rodeándolo primero por el sur y luego por el este antes de ir a parar al mar del Norte. En su desembocadura, río afuera, comienza la playa de East Sands. Y río adentro, debajo mismo de las ruinas de la catedral, es donde está el pequeño puerto de la ciudad.
Un largo malecón de piedra lo protege, ofreciendo de paso magníficas vistas no solo del puerto en sí, de la playa y de los roquedales, sino también de las ruinas de la catedral en lo alto del promontorio y, un poco más lejos, del castillo adentrándose en el mar.
Deambulamos un rato por el colorido muelle y sus alrededores antes de dirigirnos al castillo. Muy cerca de donde el malecón toca tierra firme hay una pequeña rampa de piedra que permite llegar hasta un rincón en la orilla del mar.
El camino hacia las ruinas del castillo discurre por encima, bordeando la accidentada línea de costa. Entre la densa vegetación que crece en los acantilados también hay cardos. Tan humilde planta tiene aquí un significado especial: el cardo es la flor nacional de Escocia.
Tras un corto paseo y un recorrido por el interesantísimo centro de visitantes nos encontramos por fin accediendo al castillo, residencia de los ultrapoderosos obispos católicos (arzobispos desde 1472) de la Escocia medieval.
La vida de la cercana catedral fue azarosa, ya lo hemos visto, pero la del castillo, importante además estratégicamente, fue todavía más agitada.
Del castillo original del siglo XII apenas queda nada. Durante las guerras de independencia sufrió enormemente, cambiando de manos en numerosas ocasiones. Finalmente los escoceses optaron por destruirlo y así evitar que fuera tomado de nuevo por los ingleses.
Los restos más antiguos que podemos ver en la actualidad corresponden a la reconstrucción llevada a cabo a finales del siglo XIV. De esa época queda todavía en pie parte de la torre donde estuvo la entrada original al castillo.
Las defensas se reforzaron después de la batalla de Flodden (1513), en el momento en que James Beaton, anti-inglés convencido, fue nombrado arzobispo de Saint Andrews. Eran ya los tiempos en que la causa protestante iba ganando fuerza, por lo que a Beaton no le faltaban los enemigos.
Tampoco a su sobrino y sucesor, el ambicioso cardenal David Beaton. Fue este quien ordenó la ejecución de George Wishart, mentor de John Knox, frente al castillo de Saint Andrews. Pero lo pagó caro: tres meses más tarde, en mayo de 1546, fue asesinado en su propio castillo por un grupo de protestantes que habían conseguido entrar furtivamente.
Tras el asesinato del cardenal, los protestantes se hicieron fuertes en el castillo. Para intentar desalojarlos, el regente, el conde de Arran, ordenó un asedio que resultaría ser largo. Así que se tomó la decisión de intentar quebrar las defensas excavando un túnel (una mina), a lo que los sitiados reaccionaron excavando su propio túnel para cortarles el paso (la contramina, que por cierto funcionó).
Estos túneles, la mina y la contramina, todavía se conservan y son visitables. Son una auténtica rareza, por lo que el castillo de Saint Andrews es único gracias a ellas.
Otra cosa lo hace especial y también es subterránea. Bajo la torre noroeste hay una mazmorra con forma de botella excavada en la roca. Tiene 7 metros de profundidad y sólo es accesible desde la parte superior.
Unos metros más arriba, sin salir de la torre, había otra prisión. La distancia no era larga pero la diferencia era abismal: de ser enterrado en vida en una oscura mazmorra a tener hasta retrete con vistas al mar.
Volviendo al asedio, hay que saber que llegó a su fin cuando los partidarios del regente recibieron ayuda exterior. Eran los franceses, que resolvieron rápidamente el asunto bombardeando el castillo desde la catedral hasta dejarlo indefensible.
De la reconstrucción se encargó el arzobispo John Hamilton, hermano ilegítimo del regente. Suya es la entrada que ha llegado hasta nuestros días: las flores de cinco pétalos, símbolo de Hamilton, han resistido el paso del tiempo y la fuerza de los elementos para darnos la bienvenida (y también la despedida) a todos los visitantes.
Al salir del castillo continuamos en dirección oeste siguiendo la costa. Saint Andrews es la cuna del golf y centro de peregrinación de primer orden para los amantes de este deporte. Esto nos va a quedar claro al final del paseo. Pero no todo son campos de golf. Al lado del legendario Old Course se extiende la mítica playa de West Sands.
Fue en esta inmensa playa donde se rodó la inolvidable escena de la película Chariots of Fire.
Supongo que es inevitable que la música de Vangelis esté sonando en mi cabeza. Pero debo tener algún glitch, porque de vez en cuando se cuela Mr. Bean…
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