Ross Fountain en Edimburgo: por amor al arte (y a la industria)

Daniel Ross, reputado fabricante de armas, nació en Edimburgo en 1791. Bien conocido en su ciudad natal, el buen Old Daniel amasó una considerable fortuna que le permitió vivir bastante holgadamente. Entre sus intereses estaban el arte y las ciencias naturales.

En 1862, cuando ya efectivamente era un hombre de avanzada edad, visitó la Exposición Universal de Londres. En la exhibición había una muestra de los trabajos procedentes de la fundición de Antoine Durenne en Sommevoire (Francia). Uno de ellos en particular, por su excelente manufactura y su valor artístico, sintetizaba de manera perfecta el tema de la exposición: industria y arte.

Se trataba de la fuente ornamental que Durenne había realizado en colaboración con el escultor Jean-Baptiste Jules Klagmann. La fuente, titulada Le mariage de l’Art et l’Industrie, fue objeto de admiración general.


Daniel Ross quedó ciertamente impresionado, tanto que decidió comprarla para regalársela a Edimburgo. Era un gesto de agradecimiento a la ciudad donde él mismo había prosperado con su propia industria.

Si esperaba que su agradecimiento fuera correspondido, tuvo que sufrir una decepción. Lo que siguió a tan generoso ofrecimiento fueron largas deliberaciones sobre el lugar donde colocar la fuente y amargas discusiones acerca de los gastos para su instalación.

Al final, aunque obviamente no para gusto de todos, se decidió ubicarla en los Princes Street Gardens, donde en otro tiempo estuvo el fondo del Nor’ Loch. Recordemos que este lago, que había servido para proteger el lado norte del castillo, se desecó a finales del siglo XVIII tras la creación de la New Town.


Una vez solventado el asunto del emplazamiento, la ciudad se preparó para recibir su regalo, que llegó al puerto de Leith en septiembre de 1869: unas 75 toneladas repartidas en 122 piezas.

Casi tres años después, en el verano de 1872, la fuente por fin estaba completa. Lamentablemente, Old Daniel Ross no tuvo la satisfacción de presenciar el acontecimiento, ya que había fallecido el año anterior.

No obstante, su generosidad (flaco consuelo, lo sé) en cierto modo le acercó a la inmortalidad, ya que Le mariage de l’Art et l’Industrie, bajo el castillo de Edimburgo, ha sido, es y (deseamos) siempre será Ross Fountain.


 

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