Canongate y Holyrood Park en Edimburgo: del fin del mundo y el tiempo profundo


Recapitulando un poco, se conoce como Royal Mile a la calle principal de la Old Town de Edimburgo. En sus aproximadamente 1,8 km de longitud se suceden cinco tramos que bajan desde el castillo hasta el palacio de Holyroodhouse: Castlehill, Lawnmarket, High Street, Canongate y Abbey Strand. Estrechos callejones, los llamados closes, se van abriendo a ambos lados en asombrosa cantidad.

Y ocurre que a mitad de camino, justo al final de High Street, nos encontramos con uno llamado World’s End Close. Hay un motivo para que le hayan dado tan apocalíptico nombre y es quizás una pequeña muestra del peculiar sentido del humor que caracteriza a los escoceses.

Tras la derrota sufrida frente a los ingleses en la batalla de Flodden (1513) se construyó una nueva muralla para proteger Edimburgo de una posible invasión, la Flodden Wall. Contaba con seis puertas, de las cuales la más importante era la Netherbow Port, situada entre High Street y Canongate. Netherbow Port marcaba el límite de la ciudad, ya que por aquel entonces Canongate era un burgo independiente, y quien quisiera cruzarla tenía que pagar, incluidos los residentes. Así que el fin del mundo existía y se encontraba aquí, al menos para los ciudadanos más pobres, que hubieran podido salir, sí, pero no permitirse el precio del impuesto para volver a entrar.

Hoy en día nada nos impide continuar calle abajo hacia Canongate, el siguiente tramo de la Royal Mile. El nombre de Canongate se puede traducir como camino de los canónigos, de canon (canónigo) y gait (la palabra escocesa para camino) y hay que buscar sus orígenes en el siglo XII.

En 1128, David I fundó la abadía de Holyrood, cuyas ruinas veremos al lado del palacio de Holyroodhouse. El rey dio permiso al abad para formar un burgo independiente, que se extendería a lo largo del camino (Canon’s Gait) que subía desde la abadía hasta la ciudad. El nuevo burgo, que también tomó el nombre de Canongate, no sería incorporado formalmente a la vecina Edimburgo hasta el año 1865.

En la actualidad es una delicia pasear por esta zona de la Royal Mile, a pesar de que no está peatonalizada. Existen todavía bastantes edificios históricos muy bien conservados que parecen sacados de alguna película. Tras ellos, como joyas bien guardadas, se esconden varios closes llenos de encanto. Es el caso de Bakehouse Close, que sirvió de localización para la serie Outlander y también a nosotras nos ha transportado al pasado. O Dunbar’s Close, un precioso jardín diseñado al estilo de los del siglo XVII. Sin olvidar White Horse Close, un recogido patio de vecinos donde nuevamente nos sentimos transportadas, en esta ocasión a algún pueblecito apartado.


Es al fondo de este patio donde se encontraba la casa de postas conocida como White Horse Inn, el punto de partida de los carruajes que hacían la ruta Edimburgo-Londres (me parece que nunca seremos capaces de agradecer lo suficiente que los medios de transporte hayan evolucionado tanto).


White Horse Close se encuentra al final de Canongate y casi de la Royal Mile. El último tramo, Abbey Strand, termina justo frente a la verja del palacio de Holyroodhouse. Aquí es donde han vivido principalmente los reyes escoceses desde el siglo XVI. Poco queda del palacio original porque en sus más de quinientos años de existencia ha sido objeto de reconstrucciones y ampliaciones, pero todavía hoy sigue siendo la residencia oficial del monarca británico en Edimburgo.

Los terrenos del palacio son colindantes y quedan casi envueltos por el Holyrood Park, el área verde más extensa de la ciudad. Más o menos en el centro del parque se localiza Arthur’s Seat, que es la mayor elevación de Edimburgo, pero desde donde nos encontramos queda oculto a la vista por los Salisbury Crags.


Estos acantilados se formaron por intrusión magmática hace unos 330 millones de años y tienen una gran importancia en la historia de la geología. Deben el honor a James Hutton (1726-1797), que se valió de sus observaciones en los Salisbury Crags para explicar sus teorías sobre la formación de las rocas.


Hutton razonó que aquí se hallaban juntas rocas cuyo origen era muy diferente (ígneas y sedimentarias) que por tanto debían tener edades muy distintas. Intuyó además que la Tierra se crea y se destruye en un ciclo sin fin, por procesos que requieren enormes cantidades de tiempo. Por tanto, comprendió, la Tierra no podía tener sólo unos pocos miles de años como se creía entonces, sino que debía ser inmensamente más antigua. Esta comprensión del tiempo profundo, o tiempo geológico, supuso un avance extraordinario y es el mayor legado de este edimburgués, considerado el padre de la geología moderna.


Detrás del palacio de Holyroodhouse hay una extensa zona llana muy cuidada, perfecta para aprovechar el buen día al aire libre. Por encima del muro, como regalo extra, asoman las ruinas de la abadía de Holyrood, adyacentes al palacio.


Inspiradoras y románticas, en efecto inspiraron a un romántico, Felix Mendelssohn (1809-1847), para componer su Sinfonía Escocesa.


Volvemos hacia el centro de Edimburgo rodeando los terrenos del palacio. Casi al final hay que atravesar un pasadizo bajo las vías del tren.


Al salir al otro lado nos sentimos como los protagonistas de un cuento infantil. La curiosa casita que aparece ante nuestros ojos se conoce como Queen Mary’s Bath House, y es que, según la leyenda, aquí se bañaba en vino Mary Queen of Scots (para los españoles María Estuardo de toda la vida).


Lo más probable es que alguien inventara esta historia, pero sinceramente ¿quién le culpa?

 

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