Menorca: en busca de Mô, una sirena en el puerto de Mahón

Mahón, la capital de la isla de Menorca, se localiza en la ribera sur de un puerto natural que por su longitud, cerca de seis kilómetros, no solo es el mayor del Mediterráneo, sino también uno de los más grandes de Europa. Ubicada en lo alto de un acantilado, la ciudad se asoma, como es natural, sobre su puerto.


Esta tarde vamos a dar un paseo por el centro histórico, explorando de paso sus callejuelas y descubriendo pequeños miradores escondidos que permiten observar el puerto desde las alturas. Después bajaremos hasta la orilla y continuaremos el paseo mientras buscamos la que, según se dice, se ha convertido en símbolo del puerto de Mahón: la sirena Mô.


La primera vista del puerto la obtenemos desde el mirador junto a la iglesia de Sant Francesc.


Construida entre los años 1719 y 1792, esta iglesia se levantó sobre las ruinas de un convento del siglo XV. Al lado mismo de la iglesia, en torno al claustro del antiguo convento, se encuentra el Museo de Menorca.


Desde la iglesia de Sant Francesc continuamos por la calle de Isabel II, donde se localiza el que fue Palacio del Gobernador durante la dominación inglesa (siglo XVIII). En el lateral de este edificio, que en la actualidad es la sede del Gobierno Militar, se abre Es Pont des General. Este estrecho y pintoresco callejón da acceso a una larga rampa que comunica la ciudad con el puerto.


La calle de Isabel II nos lleva directamente a la zona donde estaba la primitiva ciudad fortificada, en la actualidad ocupada por varios edificios importantes. Uno de ellos es el Ayuntamiento. Muy cerca, más o menos a su alrededor, hay tres pequeñas calles que conducen a sendos miradores. Los dos de Pont des Castell se abren sobre la antigua muralla. El otro, desde el que nos asomamos ahora, es el mirador de ses Monges.


Nos olvidamos por un momento de callejones y miradores y rodeamos la iglesia de Santa María para continuar el paseo en dirección este. Esta iglesia, que se alza como una mole enfrente del Ayuntamiento, es de mediados del siglo XVIII.


Muy cerca de la iglesia de Santa María, en un lugar realmente privilegiado, se sitúa la Casa Mir. Esta mansión de estilo modernista domina la Costa de ses Voltes, la sinuosa avenida que baja hasta el puerto.


No bajamos por la Costa de ses Voltes, sino que la dejamos a nuestra izquierda para dirigirnos hacia un gran espacio abierto en el que encontramos dos mercados y una iglesia. El Mercado de Pescados, con su fachada amarilla, data del año 1927. Al fondo, anexo a la iglesia del Carme está el conocido como Mercat des Claustre, o simplemente Sa Plaça.

Fundada por los carmelitas, la iglesia del Carme se construyó entre 1750 y 1808, a la vez que su convento. No mucho después, en 1835, con la desamortización de Mendizábal, el convento perdió su función religiosa. Después de destinarse a diferentes usos a lo largo de estos casi dos siglos, el edificio ha terminado acogiendo el Mercat des Claustre.


Tras deambular un rato entre los puestos del popular Mercat des Claustre, salimos para dirigirnos a la plaza localizada en su parte trasera. El amplio mirador de la bien llamada plaza de la Miranda ofrece una vista extraordinaria del puerto.

La isla de forma poligonal que estamos viendo todo el tiempo en la otra orilla es en efecto artificial. Se trata de la isla Pinto y forma parte de la Estación Naval. Fue creada por los británicos en el siglo XVIII a partir de un islote natural.


Desde la plaza de la Miranda bajamos finalmente hasta el puerto por una rampa en zigzag.


Una vez en la orilla, seguimos por el Muelle de Levante hacia la punta de Cala Figuera. Caminamos por la zona más animada del puerto, repleta de bares y restaurantes, pero, marineros de agua dulce como somos, estamos más fascinados por los barcos.


Poco antes de llegar a la punta vemos por fin a la hermosa sirena, cabizbaja y pensativa.



La escultura, de tamaño natural, se instaló en 1991 y es obra de Leonardo Lucarini. El artista quiso llamarla Mô, que es el modo en que los mahoneses pronuncian el nombre de su ciudad (recordemos que Mahón en catalán, y oficialmente, es Maó).


Todavía continuaremos el paseo un poco más, doblando la punta en dirección a Cala Figuera, pero no tardaremos mucho en volver y de nuevo nos pararemos junto a la preciosa sirena.


La figura, con su actitud serena y melancólica, vieja como el mundo a pesar de su aspecto joven, nos mueve a fantasear sobre la historia de su vida, que imaginamos tiene lugar en un pasado lejano y un desenlace triste.


He aquí la versión de su creador: Mô tiene que ver con la historia de un hijo de un general cartaginés que naufraga en las costas de una isla poco habitada y es rescatado por una sirena con la que tiene un romance. El muchacho muere en una batalla. Mô desde entonces le espera sentada en una roca convencida de que de alguna forma algún día volverá. Por esto está triste y espera inclinada a punto de saltar al agua otra vez para rescatar a su amor.

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