Paseando sin rumbo por el centro de Figueres


Figueres, la capital de la comarca del Alt Empordà, tiene un casco histórico pequeño y compacto. Especialmente si se tiene un mapa, es muy fácil trazar mentalmente el contorno de la ciudad medieval, a pesar de que apenas quedan vestigios de la muralla. De hecho, lo único que se conserva de la fortificación del siglo XIV es la llamada Torre Galatea, en la actualidad integrada en el Teatro-Museo Dalí.


Caminando calle abajo desde la Torre Galatea, se llega en unos instantes a la Rambla, que delimita el casco antiguo por el sur. Bajo esta amplia calle, el paseo principal de la ciudad, fluye el arroyo Galligans. Por motivos de higiene, este arroyo se soterró a principios del siglo XIX. A partir de entonces, durante los siglos XIX y XX, los edificios más notables de Figueres se construyeron en esta zona.

Del año 1914 es el teatro El Jardí, que domina la plaza de Josep Pla, situada justo al sur de la Rambla.


Al final de la Rambla, en su confluencia con la calle Monturiol, se encuentra un monumento dedicado a uno de los hijos ilustres de Figueres. El conjunto escultórico rinde homenaje al ingeniero Narcís Monturiol, conocido por ser el inventor del Ictíneo, un prototipo de submarino.

No obstante, una escultura muy diferente, localizada a su lado mismo, es la que acapara prácticamente toda la atención. Los turistas nos turnamos educadamente para hacernos selfies con el rostro reflejado de Dalí. Esta creación, titulada Retrato de Dalí, es obra de Xavier Medina-Campeny y a su vez un homenaje a otro de los hijos ilustres de Figueres.


Nada más abandonar la Rambla para adentrarnos en el casco antiguo, nos llevamos una agradable sorpresa. En el mural de la pared lateral del Museo del Empordà reconocemos de inmediato el estilo inconfundible de la artista Paula Bonet.


Paseamos sin rumbo por las tranquilamente animadas calles y plazas del centro de Figueres, repletas de terrazas y tiendas. Como una tira de abalorios, tres de las principales plazas del casco histórico quedan sucesivamente conectadas por estrechas calles. Una de ellas une la plaza del Ayuntamiento con la de la Iglesia.


La iglesia en cuestión es la de Sant Pere. Construida originariamente en estilo románico (la primera mención data del año 1020), se reedificó en el siglo XIV. Por este motivo, el templo es mayoritariamente gótico, aunque con posterioridad ha sido objeto de diversas ampliaciones y reconstrucciones.



Desde la esquina de la iglesia de Sant Pere ya se puede ver a poca distancia la fachada principal del Teatro-Museo Dalí, situado en la plaza de Gala-Salvador Dalí.


Antes incluso de entrar en el museo se puede admirar la obra de Dalí. Los detalles se dejan ver por las paredes del exterior del edificio. Pero lo que es más, la mano del artista se nota por toda la plaza.


Como las moscas que tanto fascinaban a Dalí, los turistas deambulamos en torno a las esculturas diseminadas por la plaza, aunque en nuestro caso quizás no seamos muy elegantes y definitivamente no vayamos vestidas de Balenciaga.


 

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