Las columnas colosales del Templo de Zeus Olímpico en Atenas

Muy cerca de la Acrópolis, justo al sur del Jardín Nacional de Atenas, se puede ver lo que queda del Templo de Zeus Olímpico.

Este colosal templo, también llamado Olimpeion, fue uno de los más grandes de la antigüedad.

Su construcción no estuvo exenta de avatares. Ya en el siglo VI a.C., Pisístrato había ordenado la edificación en este mismo emplazamiento de un monumental templo dedicado a Zeus.

Este primer templo, sin embargo, no llegó a terminarse nunca. Los trabajos se abandonaron cuando Hipias, hijo de Pisístrato, fue derrocado en el 510 a.C. y el edificio permanecería incompleto durante los siguientes 336 años.

 

Sería en el año 174 a.C. cuando el rey helenístico Antíoco IV Epífanes intentó recuperar el proyecto, poniéndolo en manos de Cosucio, un arquitecto romano.

Éste realizó cambios en el diseño del templo. Dispuso que el edificio tuviera tres filas de ocho columnas tanto en la fachada anterior como en la posterior y dos filas de veinte columnas en cada uno de los lados largos. Además, el orden dórico sería sustituido por el corintio. Por otro lado, en su construcción se utilizaría mármol pentélico, que tan bien conocemos desde nuestra visita a la Acrópolis.

Sin embargo, los trabajos volvieron a interrumpirse con la muerte de Antíoco en el 164 a.C.

 

Así que el templo quedó una vez más inacabado. Para mayor desgracia, en el 86 a.C. Lucio Cornelio Sila saqueó Atenas y, como parte del botín, se llevó dos columnas a Roma.

Parecía que el templo estaba destinado a no terminarse nunca. Sin embargo, finalmente pudo verse completado, aunque habría que esperar todavía hasta el siglo II d.C.

En el año 125, el emperador Adriano, gran admirador de Atenas, retomó de nuevo el proyecto. Esta vez sí llegaría a concluirse y en el año 132, por fin, el Templo de Zeus Olímpico fue formalmente dedicado.

Su vida, sin embargo, no fue muy larga. El edificio sufrió graves daños durante la invasión de los hérulos en el 267 y probablemente nunca se reconstruyó.

Lo único que ahora queda de aquella obra colosal son 16 columnas, de las 104 con las que contaba originariamente. Una de ellas yace en el suelo, tal como quedó cuando fue derribada por un vendaval en el año 1852.

Con sus algo más de 17 metros de altura, estas columnas nos permiten hacernos una idea de lo impresionante que tuvo que ser el Templo de Zeus Olímpico cuando todavía estaba en pie.

Cambiando de tema, una curiosidad. Cuenta la leyenda que justo aquí al lado, hacia el sur, donde anteriormente pasaba el río Ilisos, se encontraba la sima por donde desaparecieron las aguas del diluvio de Deucalión.

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