La gloria pasada y presente del Estadio Panathinaikó de Atenas
Desde el Arco de Adriano caminamos en dirección este con el Jardín Nacional de Atenas a nuestra izquierda y el sitio arqueológico del Olimpeion a nuestra derecha para llegar en pocos minutos al Estadio Panathinaikó.
Este estadio, también conocido como Kallimármaro (mármol bonito), acogió los primeros Juegos Olímpicos modernos en 1896, pero su historia se remonta a muchos siglos atrás.
El lugar, un terreno bajo flanqueado por las colinas de Agra y Ardettos, era ideal para la celebración de las competiciones atléticas que tenían lugar durante las festividades de las Panateneas.
En el siglo IV a.C., durante el gobierno de Licurgo (también responsable de la cávea de piedra del Teatro de Dioniso), se llevaron a cabo los trabajos de construcción de un estadio que fue utilizado por primera vez durante las Grandes Panateneas de 330-329 a.C.
Al siguiente protagonista de la historia, ya en el siglo II d.C., también lo conocemos. Herodes Ático (responsable del Odeón que lleva su nombre) financió la restauración del estadio. Fue entonces cuando se le dio la forma de horquilla que ha llegado hasta nuestros días y además se usó mármol pentélico para el graderío.
Cuando en el siglo XIX tomó fuerza la idea de revivir los Juegos Olímpicos, había llegado el momento de acometer la reconstrucción del Estadio Panathinaikó, que llevaba siglos abandonado. Ésta se llevó a cabo respetando el diseño del antiguo estadio de Herodes Ático.
Completamente renovado y cubierto una vez más con mármol pentélico (no creo que olvide jamás esta palabra), este mítico estadio luce de nuevo espléndido y hace honor a su sobrenombre.
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