Una miscelánea de la Acrópolis de Atenas: de la bandera a la ladera norte
Antes de abandonar la cima de la Acrópolis nos detenemos por
un momento en el mirador de la bandera para disfrutar de las vistas.
En la Acrópolis hemos podido contemplar la ciudad desde las
alturas por primera vez. Y nos ha parecido inmensa. No es que no supiéramos que
Atenas es grande, es que resulta fácil olvidarse paseando por sus calles
(después de todo, hasta ahora apenas hemos salido del barrio de Plaka).
La vista panorámica también nos sirve para localizar los sitios
que queremos visitar. Nos hace ilusión descubrir cada uno de ellos y verlos por
primera vez aunque sea de lejos, y no en un mapa.
Las vistas hacia el norte: el Ágora Antigua, el Ágora Romana y la Biblioteca de Adriano |
Hacia el noreste, el monte Licabeto |
Y hacia el este: el Templo de Zeus Olímpico, el Arco de Adriano y el Estadio Panathinaikó |
En nuestra visita a la Acrópolis hemos prestado atención
principalmente a los monumentos más importantes, pero al cruzar de nuevo la
colina de camino a los Propileos nos fijamos en un par de cosas más.
Frente a la fachada oriental del Partenón se pueden ver los
restos de un pequeño templo circular que data de finales del siglo I a.C.: el
Templo de Roma y Augusto.
Todavía se conserva una inscripción de su entablamento, que
estaba sostenido por nueve columnas decoradas a imitación de las del Erecteion.
En el lado oeste de lo que queda del Antiguo Templo de
Atenea, muy cerca ya de los Propileos, se encuentran los restos del pedestal de
Atenea Promacos (que lucha en primera
línea). Aquí es donde se alzaba la colosal estatua de bronce realizada por
Fidias, que solo conocemos por descripciones. Según Pausanias, el periegeta del
siglo II, la punta de su lanza y el penacho de su casco eran ya visibles para
los marineros al acercarse desde Sunión.
Una vez atravesados los Propileos, descendemos hasta la
Puerta Beulé, que es lo primero que se encuentran los visitantes que acceden a
la Acrópolis por la entrada principal (no ha sido nuestro caso, ya que hemos
entrado por la oriental). Esta puerta se construyó como parte de los trabajos
de fortificación llevados a cabo después de la invasión de los hérulos en el
año 267. Debe su nombre a Ernest Beulé, el arqueólogo francés que la descubrió
en 1852.
El Areópago |
Más tarde subiremos al Areópago, pero ahora nos desviamos un momento hacia la derecha para recorrer la ladera norte de la Acrópolis y completar así el peripatos (el camino que rodea la roca sagrada).
Desde esta parte del camino, con muy poca gente y piedras con mucha historia, disfrutamos de la compañía de los gatos y la vista del Areópago, enmarcado por la vegetación de un verde intenso.
En este mismo punto, bajo el ala norte de los Propileos, se
encuentran los restos de la fuente Clepsidra, conocida ya por los habitantes
del Neolítico y en uso hasta la dominación otomana.
A lo largo de la ladera norte de la Acrópolis existe un buen
número de cuevas poco profundas y terrazas naturales que fueron utilizadas como
santuarios. Son visibles multitud de nichos excavados en la roca donde la gente
colocaba ofrendas y figuras votivas.
En el santuario al aire libre de Afrodita y Eros |
Bajo la muralla, el santuario al aire libre de Afrodita y Eros |
Tras el saqueo de los persas en el 480 a.C., hubo que
reconstruir rápidamente los muros de fortificación de la Acrópolis. Para ello
se utilizó material de los templos que habían resultado destruidos, cuyos
fragmentos son visibles en algunos puntos. En este lado llaman la atención los
tambores de columna inacabados del Pre-Partenón, con las acanaladuras todavía
sin tallar.
Es interesante saber que en la construcción de un edificio, este proceso de estriado era uno de los últimos en realizarse, después de que las columnas estuvieran colocadas en su sitio (hay que recordar que el Pre-Partenón no estaba finalizado cuando tuvo lugar la invasión de los persas).
Es interesante saber que en la construcción de un edificio, este proceso de estriado era uno de los últimos en realizarse, después de que las columnas estuvieran colocadas en su sitio (hay que recordar que el Pre-Partenón no estaba finalizado cuando tuvo lugar la invasión de los persas).
Tras este pequeño paseo por la ladera norte, damos por
finalizada nuestra visita a la Acrópolis. De camino a la salida, todavía volvemos
la vista atrás una vez más para despedirnos…
Pero solo va a ser un momento, ya que desde el Areópago nos
esperan unas vistas fabulosas.
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