El Hofburg en Viena: de palacios, emperadores, caballeros y caballos


El célebre palacio imperial de Hofburg, en el centro histórico de Viena, no es exactamente un palacio. Es más bien un complejo de edificios de distintas épocas en el que a primera vista (y aún sin parecerse a un laberinto propiamente dicho) no es fácil orientarse, ni tampoco hacerse una idea de sus dimensiones totales. Que por cierto son considerables, porque ocupa una superficie aproximada de 300.000 metros cuadrados. 

El Hofburg, otrora residencia de los Habsburgo, es la sede oficial del Presidente Federal (el jefe de Estado austríaco), pero en gran parte está ocupado por museos e instituciones culturales.

La Biblioteca Nacional de Austria es una de ellas y la Prunksaal su sala más espléndida. Fue construida entre los años 1723-1726 por orden del emperador Carlos VI.


El arquitecto Joseph Emanuel Fischer von Erlach se hizo cargo del proyecto según los planos que su padre, Johann Bernhard, había realizado antes de morir.


El autor de los frescos de los techos fue Daniel Gran, que pintó alegorías de la paz y de la guerra y en la cúpula central, la apoteosis de Carlos VI.



En medio, iluminada ahora por un verde casi radiactivo, se colocó la estatua de Carlos VI. Aparece representado como Hercules Musarum (Hércules de las Musas).


El Hofburg no es un laberinto, estamos de acuerdo en eso, pero casi lo abordamos como si lo fuera (yo y mi sentido de la orientación). Es en la Josefsplatz donde se localiza la entrada a la Prunksaal. Y desde la misma plaza también se accede a la Winterreitschule, la gran sala barroca donde entrenan y actúan los famosos caballos lipizzanos de la Spanische Hofreitschule (la Escuela Española de Equitación).

La Winterreitschule (1729-1735) es obra de Joseph Emanuel Fischer von Erlach, que realizó el encargo para el emperador Carlos VI. La sala, muy luminosa, elegante y no demasiado barroca para ser barroca, está presidida por el retrato de Carlos VI. Y existe la tradición de que cada jinete, nada más entrar, le presente sus respetos. Se dice que esto es algo que cumplen rigurosamente y que ninguno se ahorra el saludo aunque no haya nadie mirando.

No he visto una actuación de los caballos lipizzanos pero sí un entrenamiento y después ya nada es lo mismo. Salgo tan impresionada que hasta miro con otros ojos la estatua ecuestre del emperador José II (nieto de Carlos VI) caracterizado como el Marco Aurelio de la colina Capitolina.


Un pasaje abovedado discurre entre la Winterreitschule y las caballerizas, ubicadas en torno a un patio del siglo XVI, y es el camino más directo para llegar a la Michaelerplatz, la plaza redonda que acoge una de las entradas más monumentales del Hofburg.

El ala curva de la Michaelertrakt se construyó entre 1889-1893. Es una interpretación libre de los planos que Joseph Emanuel Fischer von Erlach había elaborado más de ciento cincuenta años antes, en 1726. El arquitecto Ferdinand Kirschner fue quien finalmente la hizo realidad.




Por cierto, aquí en la esquina de la Michaelertrakt he tenido un déjà vu y ya sé por qué. A ese Neptuno lo he visto antes en otro sitio y sé dónde: en la película The Third Man (1949).


Bajo la gran cúpula central de la Michaelertrakt se encuentra la entrada al Museo Sisí y los Apartamentos Imperiales, pero se puede pasar de largo y emerger (gratis) en el Innerer Burghof, el patio principal del complejo.

A mano izquierda está la parte más antigua del Hofburg, el lugar donde se emplazó el castillo original del siglo XIII. La puerta de acceso, que no es tan antigua, se conoce como Schweizertor.


Sabemos por la inscripción que fue el emperador Fernando I (hijo de nuestra Juana la Loca) quien la mandó construir en el año 1552. El término Schweizertor es muy posterior a la puerta en sí y hace alusión a la Guardia Suiza encargada de su seguridad en tiempos de María Teresa.

Ahora hay otros medios de proteger las cosas y hay cosas que proteger. Al otro lado de la Schweizertor, en el interior de la primitiva fortaleza, está la Schatzkammer, la cámara donde se custodia el Tesoro Imperial.

Frente a la Schweizertor hay un conjunto escultórico de gran tamaño erigido en honor al emperador Francisco II del Sacro Imperio Romano Germánico y I de Austria. Detrás asoma el Amalienburg, el ala renacentista que se distingue por sus dos relojes, el convencional y el de sol, y que debe su nombre a la emperatriz Guillermina Amalia (se mudó aquí tras fallecer su marido, José I).


Desde el Innerer Burghof hay salida a la Heldenplatz (la plaza de los Héroes) y allá voy. Pero no por ese lado, sino que, voluntariamente y sabiendo lo que hago (juro que esta vez no me he perdido), elijo el camino más largo. Es decir, tengo que volver sobre mis pasos, salir a la Michaelerplatz y continuar hasta la Josefsplatz.

Más allá, formando parte del complejo del Hofburg, está encajada la Augustinerkirche, la antigua iglesia parroquial de los Habsburgo, que, como tal, ha sido escenario de muchas bodas imperiales.

Adyacente a la iglesia está el Museo Albertina. Este importante museo de arte (importante para Viena e importante para el mundo) está ubicado en el antiguo palacio de Alberto de Sajonia-Teschen (yerno de María Teresa), que fue quien inició la colección.

El palacio-museo está emplazado en un lugar privilegiado, sobre un bastión que formó parte de las murallas defensivas. Su posición elevada hace que sea un buen mirador, con vistas en todas direcciones. En la parte trasera descubro (e identifico, qué orgullosa estoy de mí misma) la cúpula ovalada de la Prunksaal, la sala de la biblioteca de hace un rato.


Debajo hay un invernadero de principios del siglo XX, cuyo espacio ha sido dividido en secciones para dar cabida también a un restaurante y (mi parte favorita) un mariposario.



Frente al invernadero se extiende el Burggarten, un parque diseñado originalmente como jardín privado para el emperador (y gran aficionado a la botánica) Francisco II del Sacro Imperio Romano Germánico y I de Austria.


La Heldenplatz (¡ya estoy aquí!) está separada del Burggarten por el Neue Burg, el ala más reciente del Hofburg.

El Neue Burg, construido por orden del emperador Francisco José I, formaba parte de un faraónico proyecto de ampliación del Hofburg que incluía la creación de un monumental Kaiserforum (Foro Imperial) y que nunca llegó a completarse.

Las obras mismas del Neue Burg, destinado a albergar los aposentos imperiales, se prolongaron mucho más de lo previsto. Se iniciaron en 1881 y al final de la monarquía, en 1918, el interior seguía sin estar acabado.

Ahora, la malograda residencia imperial sirve propósitos más nobles (desde nuestro punto de vista, claro está), ya que acoge varios museos, además de las salas de lectura de la Biblioteca Nacional de Austria.


Hasta aquí he llegado y aquí me despido. Del Hofburg, de la Heldenplatz y de sus dos héroes (no sé por qué había supuesto que eran más de dos). 

El príncipe Eugenio de Saboya (1663-1736) y el archiduque Carlos de Austria-Teschen (1771-1847) están considerados los líderes militares más importantes que ha tenido Austria. Los dos tienen su sitio, el uno frente al otro (confrontados, que no peleados), Eugenio orgulloso, Carlos impetuoso.




Comentarios