En el Belfort de Gante: de torres, dragones, campanas y el Cordero Místico
El Belfort, el histórico campanario civil de Gante, ocupa el lugar central en la famosa hilera de tres torres medievales del casco antiguo. Las otras dos pertenecen a la iglesia de Sint-Niklaas y a la catedral de Sint-Baafs.
El Belfort servía para algo más que advertir de peligros o marcar el paso del tiempo. Levantado como testimonio del poder e independencia de la ciudad, en su interior se custodiaban, bien protegidos, los privilegios municipales. Como guardián simbólico de los valiosos documentos, en lo más alto se colocó un dragón dorado.
Las obras para la construcción del campanario comenzaron en 1313 y se prolongaron hasta 1380. En un principio, la torre estaba rematada por una estructura de madera, que estuvo lejos de ser la única. De hecho, a lo largo de los siglos ha tenido hasta siete, cada una adaptada a los gustos del momento y al creciente número de campanas.
El último chapitel de madera se reemplazó en 1851 por uno de hierro fundido, que tampoco se conserva. El motivo fue la celebración de la Exposición Universal de Gante (1913). Previsoramente, para la ocasión muchos edificios del centro histórico recibieron un buen lavado de cara. En el caso del Belfort, la mejora consistió en un nuevo chapitel, esta vez de piedra, inspirado en un diseño del siglo XIV.
Originalmente, el Belfort era un edificio aislado. Fue mucho más tarde cuando se construyeron sus dos anexos: la Lakenhalle y el Mammelokker. Primero se añadió la Lakenhalle (lonja de los paños).
La lonja de los paños era el lugar oficial donde se examinaban, valoraban y vendían las telas. Esto era algo a tomar muy en serio en la ciudad de Gante, ya que durante la Edad Media su prosperidad se basó en la producción y exportación de tejidos de lana de primerísima calidad (prueba de ello es la fama internacional de la que gozaron).
En 1425, un poco tarde, quizás, se comenzó a construir junto al orgulloso Belfort una nueva y flamante lonja. Digo un poco tarde porque para entonces la industria de las telas ya no estaba en su mejor momento. Es por esto que en 1441, con tan solo siete tramos completados de los once proyectados, la construcción de la Lakenhalle se dio por terminada. Habría que esperar hasta el año 1903 (casi medio milenio) para que se le añadieran los cuatro restantes según el plan original.
Con el paso de los siglos, la Lakenhalle ha tenido diferentes usos. De 1742 a 1902, por ejemplo, su cripta se utilizó como prisión. Un pequeño anexo se construyó para servir de entrada. No es otro que el Mammelokker, que debe su nombre al relieve sobre la puerta. En él se representa la caritas romana: el preso Cimón, condenado a morir de inanición, se salva gracias a su hija Pero, que le amamanta a escondidas durante las visitas.
Se puede entrar al gran salón de la Lakenhalle. Y lo que es mejor, también al Belfort y subir hasta lo alto. En una sala del nivel inferior hay cosas interesantes. Allí nos enteramos de que el actual dragón dorado se instaló en 1980 y es una réplica exacta de otro del año 1854, que a su vez es una réplica del original, creado en 1377. En la sala se exponen los restos de los dos viejos dragones. Del primero tan solo queda el esqueleto. Del segundo, el caparazón (y sí, es idéntico al que aparece en las botellas de la famosa cerveza).
Una vez arriba, las otras dos torres no parecen tan altas. Hacia el oeste se alza la iglesia de Sint-Niklaas, cuyo campanario fue relevado de sus funciones por el Belfort. Junto a la iglesia, relevada también de sus funciones, reposa la Grote Triomfante. Esta gran campana (lo es, aunque desde aquí no lo parezca) estuvo funcionando en el Belfort hasta 1914. Popularmente se la conoce como Roeland, en honor a otra campana más antigua de la que procede (literalmente, ya que se fundió para volver a utilizar su material).
Hacia el este se levanta la catedral de Sint-Baafs, hogar de La Adoración del Cordero Místico. El enorme políptico, algo de lo que la catedral se enorgullece justamente, fue pintado para una de sus capillas por los hermanos Hubert y Jan Van Eyck y se concluyó en 1432.
También es posible subir a la torre de Sint-Baafs. Pero la falta de tiempo obliga a elegir: o las vistas desde la catedral o la vista de la catedral.
Además, había que guardar algo (de tiempo, quiero decir) para admirar La Adoración del Cordero Místico. A mis ojos, el afán de perfección y la pasión por el detalle de los Van Eyck han sido capaces de realizar algo así como una transformación. Ahora, la torre de la catedral ya no es solo un monumento, sino también una especie de baliza gigante que señala el lugar donde se localiza una obra de arte monumental.
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