Gante: un puente, dos muelles, tres torres y la calle de los graffiti
Para mí, la mejor manera de llegar hasta el casco viejo de Gante es cruzando el río Leie por el puente de Sint-Michiel. Por dos motivos. Porque es el camino más directo desde mi alojamiento y, más importante, por la panorámica, que ni toda la parafernalia montada para las Gentse Feesten (las fiestas de Gante) es capaz de arruinar.
El puente conecta la iglesia homónima con el antiguo edificio de Correos, dos monumentos muy diferentes en cuanto a edad y función pero igualmente notables. Y lo serían más si no tuvieran tanta competencia. Pero eso es lo que tiene de especial este preciso lugar, que ofrece vistas de (casi) todos los edificios históricos que han dado fama a la ciudad.
Al norte se extienden los antiguos muelles medievales: Graslei (muelle de las hierbas) en la orilla derecha y enfrente, Korenlei (muelle de los granos), que ya desde el siglo XI fueron el centro de una intensa actividad comercial. Por encima de las casas restauradas asoman los muros del Gravensteen, el Castillo de los Condes de Flandes.
Hacia el oeste se suceden en ordenada hilera la iglesia de Sint-Niklaas, el edificio del Belfort y la catedral de Sint-Baafs. Sus torres son las más famosas de Gante y entre las tres definen como ninguna otra cosa el perfil más característico del centro histórico.
Hermosa arquitectura y arte urbano se alternan en el lado sur. El artista Bart Smeets aprovechó una pared lisa para crear un mural dedicado a La Adoración del Cordero Místico. El motivo fue el estreno de la película The Monuments Men (2014), donde la obra cumbre de los hermanos Hubert y Jan Van Eyck tiene un pequeño papel.
La Adoración del Cordero Místico, orgullo de la ciudad de Gante, se pintó en 1432 para la catedral de Sint-Baafs. Allí es donde está expuesta finalmente tras una agitada historia que incluye varios robos y sería por sí sola digna de una película.
Algo de lo que la ciudad de Gante también se enorgullece es de tolerar y promover el arte urbano. De hecho, en el corazón mismo del casco antiguo hay una calle en la que cualquier artista puede plasmar su obra.
Werregarenstraat, rebautizada Graffitistraatje, es la calle en cuestión. Se dice que solo hay una norma: respetar el arte si es mejor que el de uno mismo. También se dice (y me lo creo) que el aspecto de la calle cambia constantemente.
Klaas Van der Linden, cuyo arte ya reconozco (y valoro), ha dejado su huella en Werregarenstraat. De hecho, hay trabajos suyos por toda la ciudad.
Según él mismo nos hace saber, es su regalo para toda la gente de este planeta.
¡Gracias, Klaas!
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