Creta: arte milenario en el Museo Arqueológico de Heraklion


El Museo Arqueológico de Heraklion, situado junto a la céntrica plaza Eleftherias, es merecidamente considerado el museo de la civilización minoica por excelencia.

Su colección de arte minoico, la mayor y más importante del mundo, procede de diversos yacimientos localizados a lo largo y ancho de la isla de Creta, que incluyen no solo los grandes palacios, sino también otros como villas, santuarios de montaña, cuevas sagradas y cementerios.

Hay que puntualizar, sin embargo, que el museo no está únicamente dedicado al brillante mundo minoico. Los objetos expuestos corresponden a un espacio de tiempo mucho más amplio, que abarca desde el Neolítico (7000 a.C.) hasta el período romano (siglo III d.C.).


Los primeros asentamientos en Creta se establecieron en torno al año 7000 a.C. Es interesante saber que la mayoría de los hallazgos de esta época tan temprana proceden de un pequeño poblado que se encontraba en Knossos, precisamente el mismo lugar donde mucho más tarde se construiría el mítico palacio.

La gran revolución tuvo lugar en el tercer milenio a.C. gracias a la tecnología del metal, que favoreció un progreso espectacular en todos los ámbitos. El consiguiente crecimiento económico y la expansión del comercio marítimo, que facilitó el intercambio de materiales e ideas, transformaron las primitivas aldeas neolíticas en florecientes ciudades. En ellas emergió una nueva clase social, los artesanos, que pronto gozaron de un gran prestigio.


A comienzos del segundo milenio a.C., en medio de las ciudades más importantes se fundaron los primeros palacios, que en realidad eran intrincados complejos de edificios dispuestos en torno a un gran patio central. En ellos se concentraba el poder administrativo, económico y religioso. Las lujosas vasijas producidas en sus talleres son un ejemplo de la habilidad y creatividad de los artesanos cretenses, cuya fama llegó a extenderse por todo el Mediterráneo oriental.






Un devastador terremoto alrededor del año 1700 a.C. destruyó los primitivos palacios, que fueron reconstruidos inmediatamente y de manera aún más magnífica. Con los nuevos palacios dio comienzo la era de mayor esplendor de la civilización minoica, aquella que nos sigue deslumbrando más de tres milenios después.







El complejo y bien organizado sistema estatal, la prosperidad económica y el desarrollo tecnológico y artístico hicieron de Creta la isla más poderosa del Egeo. Y muy segura de su poder, por cierto, ya que las ciudades minoicas nunca tuvieron murallas defensivas.



Precisamente cuando estaba en su apogeo, el sistema colapsó de repente. Una catástrofe sobre la que aún se siguen haciendo conjeturas ocurrió hacia el año 1450 a.C. Sí se sabe con certeza el resultado: todos los palacios, excepto Knossos, fueron destruidos y la presencia minoica en el Mediterráneo se desvaneció.

Los que aprovecharon el vacío de poder fueron los micénicos, venidos de la Grecia continental. Los nuevos gobernantes, muy conscientes del esplendoroso pasado minoico, se establecieron en el palacio de Knossos, desde donde administraron la isla durante cerca de otros cien años más.






La destrucción definitiva del palacio de Knossos cerca del año 1300 a.C. marcó el final del sistema de grandes complejos palaciegos como centros de poder en la isla de Creta. La inestabilidad de la situación llevó a mucha gente a preferir la seguridad de pequeños asentamientos en áreas montañosas e inaccesibles.




El declive de la civilización micénica fue lento pero inexorable y se completó a finales del segundo milenio a.C. Una nueva era comenzó con la llegada de los dorios, venidos también de la Grecia continental. Traían una cultura diferente, aparentemente simple y austera, con fuertes estructuras tribales y militares. No obstante, poco a poco, la sociedad y las artes florecieron de nuevo. Entre los siglos VIII-VII a.C. alcanzaron un nuevo cénit.

A partir de entonces, el destino de Creta quedó ligado al del resto del mundo helénico.



Finaliza la visita al Museo Arqueológico de Heraklion y yo sigo entusiasmada. Pasa un buen rato, cae la noche y la sensación sigue intacta.


 

 

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