El palacio de Knossos en Creta o el laberinto del Minotauro


El célebre palacio de Knossos, supuesta sede del mítico rey Minos y auténtico símbolo de poder de la esplendorosa civilización minoica, estaba localizado en lo alto de una colina al sur de la moderna Heraklion.

Knossos tenía su puerto en la actual Heraklion, pero la ciudad de entonces se extendía en torno al palacio. En las laderas de la colina, es decir, en los mejores sitios, se encontraban las residencias privadas de la clase alta. Sus restos también forman parte del sitio arqueológico.




La importancia que tuvo el palacio de Knossos se deja traslucir por su tamaño. Knossos era el doble que los otros dos grandes palacios de la Creta minoica (Festos y Malia). Se estima que su área total era de unos 22.000 mᒾ.

Además, perduró como ningún otro.

El palacio original se construyó alrededor de 1900 a.C., pero unos doscientos años después sufrió grandes daños debido a un terremoto y tuvo que ser reconstruido. El palacio renovado, aún mayor y más imponente, sería el único en sobrevivir al desastre a gran escala que ocurrió en torno al año 1450 a.C. 

En qué consistió ese desastre exactamente sigue siendo un misterio. Pudo estar asociado a alguna catástrofe natural como la erupción del volcán de la isla de Thera. O quizás se debió a una serie de crisis sociales internas. O tal vez fue una acumulación de circunstancias. Lo único cierto es que, muy abruptamente, se produjo el colapso de la civilización minoica.

Knossos hizo algo más que resistir, ya que continuaría siendo el centro de poder de la isla durante cerca de otros cien años más. Sin embargo, sería bajo una nueva dinastía venida de la Grecia continental. Desde el misterioso evento hasta su destrucción definitiva, los que gobernaron en Knossos fueron los reyes micénicos.





El palacio de Knossos consistía en un enorme complejo de edificios de hasta 4 pisos que se distribuían en torno a un gran patio central. En su construcción se utilizaron materiales suntuosos, así como técnicas sorprendentemente avanzadas. Contaba incluso con un impresionante sistema de abastecimiento de agua y con red de alcantarillado.


 




El diseño arquitectónico era intrincado pero coherente. Infinidad de pasillos y escaleras conectaban las múltiples estancias, que se calcula que eran más de 1.000. Había áreas para diferentes propósitos, que incluían gran cantidad de almacenes para productos de consumo y comercio, así como talleres, santuarios, salas de recepción y residencias oficiales. En los espacios abiertos, como el patio central, se celebraban eventos públicos.





Entradas monumentales daban acceso al palacio, que nunca tuvo murallas defensivas (los llamados bastiones en las laderas de la colina tan solo eran muros de contención), prueba esto último (la ausencia de murallas defensivas) de que la hegemonía minoica garantizó a sus gentes una paz duradera.



Merecidamente, Knossos disfrutó de una fama que ha perdurado en el tiempo y ha dado origen al mito. Su escala, complejidad y grado de sofisticación han hecho que se le identifique con el legendario laberinto del Minotauro. Los protagonistas y sus peripecias siguen vivos en la imaginación de la gente: el poderoso rey Minos hijo de Zeus y Europa, el terrible Minotauro con cuerpo de hombre y cabeza de toro, el ingenioso Dédalo constructor del laberinto, el imprudente Ícaro que se acercó demasiado al Sol, el valeroso Teseo que se internó en el laberinto y mató al Minotauro, la enamorada Ariadna que entregó a Teseo el ovillo de hilo…


Quiso la casualidad que el descubridor de los restos del palacio de Knossos fuera tocayo del mítico rey.

Minos Kalokairinos, empresario y arqueólogo aficionado original de Heraklion, comenzó a excavar aquí en el año 1878, pero tres semanas más tarde las autoridades le obligaron a paralizar la excavación. El espacio de tiempo fue escaso pero productivo, ya que sus hallazgos fueron suficientes para conseguir atraer la atención internacional.

Fue un británico quien completó el trabajo de Minos Kalokairinos, dejándose en el empeño gran parte de su fortuna personal. Arthur Evans, cuyo nombre ha quedado ligado de manera inextricable al yacimiento, empleó cerca de cinco años en desenterrar las ruinas y prácticamente el resto de su vida en reconstruir y estudiar los restos sacados a la luz.




Evans acuñó el término minoico, en referencia al rey Minos de la leyenda, para designar a esa brillante civilización de la que entonces se tenía primera noticia pero cuya memoria, según todos los indicios, había pervivido en la mitología griega.

También debemos a Evans las reconstrucciones llevadas a cabo en el sitio arqueológico. La decisión de reconstruir tuvo que tomarse debido a la fragilidad de los restos, que corrían el riesgo de deshacerse como terrones de azúcar conforme iban quedando expuestos. En principio, se realizó con materiales naturales como madera y piedra local, pero pronto se comprobó la dificultad de frenar el deterioro. Así que se recurrió al hormigón.


Las reconstrucciones de Evans, criticadas y defendidas a partes iguales, ahora se consideran parte integral de la historia de Knossos. De hecho, son objeto de conservación al igual que el resto del yacimiento.


 

Comentarios