Creta: un paseo por Splantzia, el antiguo barrio turco de Chania
Stivanadika, oficialmente Skridlof, es la calle donde comenzamos el paseo de esta tarde por el casco antiguo de Chania. El nombre no oficial se debe a que allí se fabricaban y vendían las llamadas stivania, las típicas botas altas que forman parte del atuendo tradicional masculino de la isla de Creta. Y aunque los tiempos cambian, en Stivanadika, o Skridlof, algo queda del pasado, a juzgar por la apabullante cantidad de tiendas de artículos de cuero que aparecen concentradas en tan poco espacio (pero aún es posible comprar unas stivania).
La calle se acaba y también las tiendas, pero continuando en línea recta hacia el este mientras se sigue el contorno de la antigua muralla veneciana (usando la imaginación, ya que por esta zona fue demolida), se llega al histórico barrio de Splantzia.
Durante la dominación otomana, Splantzia era el principal barrio turco de la ciudad, así que sabemos que vamos en la buena dirección en cuanto vemos asomar por encima de los tejados el minarete de Ahmet Aga.
Tras la independencia, la antigua mezquita fue transformada en fábrica de tejidos. De su pasado como lugar de culto es testigo el minarete; como espacio industrial, el enorme rótulo de la fachada.
El barrio de Splantzia consiste prácticamente en una infinidad de calles estrechas llenas de recovecos que discurren desordenadamente en todas direcciones, cruzándose entre sí. En otras palabras, un laberinto en el que es fácil desorientarse, perfecto para explorar, perderse y hacer descubrimientos.
Tarde o temprano se llega a Sifaka, una calle mucho más ancha localizada donde estaba el foso de la muralla bizantina que rodeaba la colina de Kastelli. De esta antigua muralla aún quedan algunos restos, en los que (incluso para una despistada diletante) es evidente el uso de spolia, esto es, materiales aprovechados de edificios todavía más antiguos.
La calle Sifaka debe su nombre a Iosif Konstantoudakis, alias Sifakas, uno de los líderes de la revolución de 1821 contra la ocupación otomana. Popularmente, sin embargo, ha sido y es Maxairadika, la calle de los cuchillos. Y es que aquí se establecieron los artesanos dedicados a la manufactura de ese otro complemento imprescindible en la indumentaria tradicional cretense: el cuchillo. Y algunas tradiciones se resisten a desaparecer, porque en Sifaka, o Maxairadika, a día de hoy aún siguen activos algunos talleres.
Un buen motivo, aunque no se sea muy entusiasta de los cuchillos, para entretenerse en esta calle ya de por sí singular, con su diseño en dos niveles a un lado y enfrente, la vieja muralla que la separa del barrio de Kastelli.
A los adoradores de gatos, además, se nos amontona el trabajo.
Próximo destino: la plaza de la que todo el barrio toma el nombre. No es difícil llegar, ya que se abre a Daskalogianni, la calle que atraviesa el distrito de lado a lado.
Haciendo esquina con la plaza se encuentra la pequeña iglesia veneciana de San Rocco, aunque no funciona como tal desde la conquista otomana. Una inscripción en la fachada nos hace saber que fue construida en el año 1630, probablemente tras una epidemia de peste (adivina quién es el santo protector contra esta enfermedad).
Splantzia, la plaza, era para los turcos el corazón de la ciudad, lugar de reunión y centro de la vida política y social. Fue también escenario de ejecuciones. En 1821, en un intento de aplastar la incipiente revolución, los otomanos torturaron y ahorcaron a varios cristianos. Una de las primeras víctimas fue Melchizedek Despotakis, obispo de Kissamos (que por cierto tiene dedicada una calle en el barrio). El árbol de donde fueron colgados todavía existe y no es difícil distinguirlo de los demás debido a su tamaño.
Oficialmente, ahora la plaza se llama 1821, tampoco es difícil entender por qué. Bajo la tupida sombra de los árboles, que ocupan toda la parte central, se extienden las terrazas llenas de gente despreocupada, ajena al pasado sangriento del lugar.
De hecho, parece que son los árboles lo que prefiere todo el mundo.
Dominando la parte oriental de la plaza se encuentra la iglesia de Agios Nikolaos, única en su especie con su torre-campanario y su minarete.
Originalmente construida en 1320 como parte de un monasterio dominico, fue transformada en mezquita tras la conquista otomana (en 1645, por dar todas las fechas). Los turcos la llamaron Hünkar Camii, que quiere decir mezquita del sultán, lo que indica la importancia que le dieron desde el primer momento. En el año 1918 volvió a ser una iglesia, esta vez ortodoxa.
En una calle al lado de la iglesia de Agios Nikolaos se abre un pequeño patio que recuerda al claustro de un monasterio. El motivo es que lo es. O lo fue. Las antiguas celdas de los monjes son en la actualidad viviendas.
Los ejemplos de edificios que han sido transformados o reutilizados cada vez que han cambiado de manos son infinitos. La modesta iglesia de Agia Ekaterini, que se oculta como un pequeño tesoro dentro del laberinto de Splantzia, ha sido cosas tan distintas como panadería y taller mecánico.
Para abandonar el antiguo barrio turco seguimos la calle Chatzimichali Daliani, dedicada a otro líder de la revolución. Hace un rato el minarete de Ahmet Aga marcó el principio del paseo. Ahora el mismo minarete, tan igual y a la vez tan distinto bajo la cambiante luz del atardecer, hace lo mismo con el final.
Nos movemos de nuevo por terreno conocido en cuanto desembocamos en la céntrica plaza Athinagora, presidida por la catedral ortodoxa de Eisodion tis Theotokou, o Trimartiri.
Viendo a la gente tomando el fresco, me da la sensación de estar en la plaza mayor de un pueblo. No sé si los demás opinarán lo mismo.
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