Escocia: cuatro o cinco cosas acerca del castillo de Stirling
Aunque no era nuestro propósito, de nuevo nos encontramos caminando entre las tumbas de otro cementerio histórico escocés. En esta ocasión es el Old Town Cemetery, localizado en el casco antiguo de la bella ciudad de Stirling.
Íbamos en dirección al castillo, pero nos hemos desviado un poco para ver la iglesia de Holy Rude, adyacente al cementerio.
Históricamente asociada a la monarquía escocesa, Holy Rude ha sido escenario de acontecimientos importantes. En 1567, cuando Mary Queen of Scots fue forzada a abdicar, tuvo lugar aquí la coronación de su hijo, entonces un tierno infante de 13 meses de edad. Este reinaría sobre Escocia como James VI y más tarde también sobre Inglaterra e Irlanda como James I.
Cerca de la iglesia hay un pequeño promontorio rocoso conocido como Ladies Rock. Desde arriba se domina el valle donde antiguamente se celebraban los torneos medievales. Cual damas de la corte, paseamos la mirada sobre el terreno ocupado ahora por monumentos funerarios y contemplamos a nuestras anchas el castillo.
El castillo de Stirling se asienta sobre una colina volcánica ideal para la construcción de una fortaleza, con laderas escarpadas por todos sus lados excepto por uno. Además, la localización no podía ser mejor. Bajo la colina se encuentra lo que en otro tiempo fue un punto estratégico en la principal ruta de comunicación entre las Tierras Altas y las Tierras Bajas de Escocia: el cruce del río Forth. Se podría decir, y fue cierto durante siglos, que quien controlaba el cruce controlaba Escocia.
Algo tan codiciado ha visto mucha acción, especialmente durante las guerras de independencia. No es casualidad que dos de las batallas más importantes se libraran en las inmediaciones del castillo. Ambas resultaron en victoria aplastante para los escoceses y otorgaron fama eterna a dos héroes nacionales: William Wallace por la batalla del puente de Stirling (1297) y Robert the Bruce por la de Bannockburn (1314).
En el tiempo que medió entre las dos, los escoceses tuvieron ocasión de comprobar (como si no lo supieran ya) que no se enfrentaban a un enemigo cualquiera. En 1304 los ingleses pusieron sitio al castillo de Stirling. Venían con hasta 17 grandes armas de asedio y una era particularmente formidable. Se trataba de un fundíbulo al que habían bautizado como Warwolf. Se dice que fue el más grande jamás construido y debía ser impresionante, ya que a su vista, sin estar completamente montado, los ocupantes del castillo quisieron rendirse. El rey inglés en persona no lo permitió, ya que primero tenía que verlo funcionar. No en vano fue conocido en estas tierras como Edward I Hammer of the Scots.
De aquella fortaleza que se disputaron ingleses y escoceses durante las guerras de independencia ya no queda nada (se destruyó para dejarla indefensible por orden de Robert the Bruce). Lo más antiguo que se conserva es de finales del siglo XIV, cuando los miembros de la dinastía Stewart comenzaron a adaptar el castillo de Stirling como su residencia real.
Es curioso (por decirlo muy suavemente) enterarse de que un Stewart implicado en la Cena Negra del castillo de Edimburgo protagonizó aquí un suceso tanto o más sangriento e igualmente digno de un drama de ficción. El monarca era James II y la víctima otro conde de Douglas.
Una cuestión de vital importancia para el joven James, si quería tener verdadera autoridad sobre el reino, era librarse de los nobles que habían aprovechado su minoría de edad para ganar poder. El mayor rival era William Douglas, 8º conde de Douglas.
Y era un adversario peligroso. Douglas había forjado alianzas con dos hombres extremadamente poderosos (el conde de Ross y el conde de Crawford), por lo que el rey hacía bien en sentirse amenazado (en el juego de tronos o ganas o mueres, ya lo dijo Cersei Lannister).
Así estaban las cosas cuando en febrero de 1452, con motivo de la celebración del Martes de Carnaval, el conde de Douglas fue invitado al castillo de Stirling. Para evitar suspicacias, la invitación le había llegado con un salvoconducto garantizando que no sufriría ningún daño.
Nos quedamos sin saber si el joven rey tenía pensado respetar el salvoconducto. Al requerir a Douglas que rompiera su alianza con los otros condes y éste negarse, James montó en cólera y lo apuñaló 26 veces. Los hombres del rey (se dice que antes uno de ellos abrió el cráneo del conde con un hacha) arrojaron el cadáver por una ventana.
El lugar donde aterrizó, dentro del recinto del castillo, es ahora un recoleto jardín lleno de sombra conocido como Douglas Garden.
Hubo otro incidente (este sí fue curioso y mucho menos brutal), que concluyó igualmente con un aterrizaje violento. Ocurrió durante el reinado del nieto de James II.
James IV era muy distinto de su abuelo: culto, inteligente, mecenas de las artes y las ciencias… En definitiva, un auténtico príncipe renacentista. En su corte mantenía artistas y eruditos de toda Europa. Y también un alquimista.
John Damian, el alquimista, ciertamente gozaba del favor del rey, del que había recibido enormes cantidades de dinero para montar un laboratorio aquí. Sin embargo, la ausencia de resultados en su búsqueda de la piedra filosofal estaba poniendo en peligro su reputación. Así que se hizo construir un par de alas y anunció que se lanzaría desde lo más alto del castillo de Stirling para llegar volando hasta Francia.
El viaje terminó justo debajo de donde empezó, pero contra todo pronóstico John Damian sobrevivió. Lo que le salvó fue un gran montón de estiércol, aunque (a falta de noticias sobre su reputación) salió de la aventura con una pierna rota.
Anécdotas aparte, el reinado de James IV trajo a Escocia una prosperidad que se vio reflejada en el castillo de Stirling, que fue reconstruido y transformado en una espléndida residencia real. De esa época es la entrada original, conocida como Forework, que se conserva incompleta.
Hubiera sido bonito verla entera, pero es un placer imaginársela. Más que con propósitos defensivos, la entrada estaba pensada para impresionar. Las torres eran más del doble de altas de lo que son ahora y, en lugar de dos, había cuatro. Además, todas estaban coronadas por tejados cónicos. Se cree que la piedra, ahora desnuda, estaba pintada de un brillante color amarillo conocido como King’s gold.
Es ese brillante color dorado de la realeza el que se ha intentado recrear en la restauración llevada a cabo en el Great Hall. Este suntuoso salón, destinado a banquetes y ceremonias oficiales, es el más grande construido en Escocia. El techo de madera del interior, también restaurado, nos recuerda a su homólogo del castillo de Edimburgo. Y no es casualidad, ya que ambos se construyeron por orden de James IV.
James V (el hijo de James IV) hizo su propia aportación al castillo de Stirling con el edificio más lujoso. Al lado del King’s Old Building (tradicionalmente la residencia real) se hizo construir su propio palacio, magníficamente decorado con relieves y esculturas.
Por desgracia, James V no tuvo mucho tiempo para disfrutarlo, ya que murió antes de que estuviera completamente terminado. Su prematura muerte dejó a su hija (la futura Mary Queen of Scots) huérfana con tan solo seis días de edad. En la actualidad las salas del interior del palacio han sido restauradas con gran esmero para recrear el aspecto que tenían cuando la pequeña Mary aún vivía en el castillo.
Su hijo (aquel que fue coronado como James VI en la cercana iglesia de Holy Rude) también creció en Stirling y fue educado entre los muros del palacio, en un ala conocida como Prince’s Tower. Recorriendo su interior no consigo evitar sentir cierta lástima por el joven James, imaginando una infancia solitaria entre tutores y una madre ausente. Pero a pesar de todo, fue un buen estudiante y su amor por las letras le duró toda la vida.
En 1603, con la unión de las coronas, el ya rey James VI de Escocia y I de Inglaterra abandonó su tierra natal para instalarse en Londres. Había prometido regresar cada tres años, pero solo lo hizo una vez.
Con la marcha de los Stewart, ya nada volvió a ser lo mismo para el castillo de Stirling. Tuvo sus momentos, pero fueron muy fugaces, como la visita de Charles I (el hijo de James VI): para la ocasión incluso se remodelaron los jardines conocidos como King’s Knot y Queen’s Knot, cuyas vistas son inmejorables desde las murallas.
Ahora, tras la restauración llevada a cabo recientemente, el castillo de Stirling vive una nueva edad dorada. ¿Y para disfrute de quién? De nosotros, que podemos recorrerlo como si fuera nuestro, explorando hasta el último rincón, mientras soñamos despiertos con monarcas del pasado y héroes nacionales de Escocia.
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