Escocia: los puentes del Firth of Forth
Si se viaja desde Edimburgo hacia el norte de Escocia, tanto si es por carretera, en tren o incluso a pie, y no se quiere dar un gran rodeo, hay que cruzar el Firth of Forth. Para unir las orillas de este amplio estuario se han construido hasta tres puentes. Los tres están muy cerca el uno del otro y los tres funcionan.
De este a oeste (o de más antiguo a más reciente) son el Forth Bridge, el Forth Road Bridge y el Queensferry Crossing. Por debajo de ellos se extienden dos poblaciones, una en cada ribera: South Queensferry y North Queensferry.
Queensferry (ferry de la reina) hace referencia a Margaret, esposa del rey Malcolm III de Escocia, que vivió en el siglo XI. La reina era muy piadosa y conocida por sus obras de caridad, tanto que fue canonizada (a ella está dedicada St. Margaret’s Chapel en el castillo de Edimburgo). Para facilitar el viaje de los peregrinos a Saint Andrews, estableció un servicio de ferry que circulaba entre lo que hoy son estas dos localidades nombradas en su honor. De hecho, ella misma tuvo que usarlo muchas veces en sus desplazamientos entre Dunfermline y el castillo de Edimburgo.
Los ferrys entre South y North Queensferry estuvieron activos, y mucho, durante siglos. Su importancia no decayó hasta la era del ferrocarril, que impuso la necesidad de construir un puente: el Forth Bridge, el puente sobre el Firth of Forth del siglo XIX.
Este elegante puente en ménsula, de apariencia robusta y a la vez ligera, si es que esto es posible (que lo es), tiene una longitud de 2.467 metros. Sus creadores, los ingenieros John Fowler y Benjamin Baker, idearon una estructura que todavía hoy está considerada una maravilla de la ingeniería. Así lo ha reconocido la UNESCO, que en 2015 declaró al Forth Bridge Patrimonio de la Humanidad.
El proyecto de Fowler y Baker fue pionero en varios sentidos. En lugar de hierro se utilizó acero. Fue en efecto la primera gran estructura construida con este material en el Reino Unido. El diseño era asimismo innovador. Por supuesto, el concepto de puente en ménsula estaba ya inventado, pero la escala no tenía precedentes. Incluso en la actualidad el Forth Bridge sigue siendo extraordinario por este motivo.
Por otro lado, el puente se hizo para resistir. Nadie quería que se repitiera el desastre del Tay Bridge.
El 28 de diciembre de 1879, durante una tormenta particularmente violenta, el puente sobre el Tay colapsó al paso de un tren, causando la muerte de todos sus ocupantes y la ruina de Thomas Bouch, el ingeniero responsable.
Con esto en mente, a la hora de diseñar el Forth Bridge se tuvo especial cuidado para garantizar que fuera seguro en las condiciones más adversas.
También se intentó velar por la seguridad y el bienestar de los trabajadores, cosa no demasiado común por aquel entonces. Durante los 7 años que duró la construcción del puente (entre 1883 y 1890) llegaron a estar empleados hasta 4.600 briggers, como se les conocía coloquialmente. A pesar de las medidas de seguridad, el trabajo era peligroso (y penoso) y se produjeron muchos accidentes.
Un memorial en honor a los briggers se ha colocado en South Queensferry, junto al puente que con tanto esfuerzo lograron hacer realidad. En él están inscritos los nombres de las víctimas mortales conocidas (son 73), junto con su edad (jovencísimos la mayoría) y su oficio.
Junto al puente también, pero en medio del fiordo, está la isla de Inchgarvie, que desde la distancia parece un buque varado, convertido en piedra quizás por algún espíritu del agua.
Seguimos con la historia de los puentes del Firth of Forth. En el nuevo siglo las orillas estaban conectadas de dos maneras: por el novedoso puente del ferrocarril y por el ya casi milenario servicio de ferry entre South y North Queensferry. Pero con la creciente importancia del transporte por carretera, principalmente el vehículo particular, se impuso la necesidad de construir otro puente: el Forth Road Bridge, el puente sobre el Firth of Forth del siglo XX.
Este puente colgante minimalista y ultraligero, si se le compara con su compañero victoriano, es notable entre los de su especie. Su luz central (esto es, la distancia entre los pilares) tiene una longitud de 1.006 metros, así que ostenta sus propios récords. Cuando se inauguró, en septiembre de 1964, era el único de su clase en el Reino Unido, el más largo de Europa y el cuarto del mundo.
En 2001, el Forth Road Bridge fue declarado monumento nacional.
Con la apertura del Forth Road Bridge llegó el momento de dar al servicio de ferry una honrosa jubilación. El 3 de septiembre de 1964, un día antes de la inauguración del nuevo puente, hizo la travesía entre las dos Queensferry por última vez.
En el cambio de siglo, las márgenes del Firth of Forth estaban unidas por dos medios: el puente del ferrocarril de la era industrial y el moderno puente de carretera.
Para entonces, el Forth Road Bridge soportaba tal cantidad de tráfico que excedía sobremanera la capacidad para la que había sido diseñado y empezaba a mostrar signos de deterioro. Se imponía por tanto la necesidad de aliviar la carga a la que se veía sometido construyendo otro puente: el Queensferry Crossing, el puente sobre el Firth of Forth del siglo XXI.
El flamante Queensferry Crossing, abierto al tráfico en 2017, es otro logro de la ingeniería, como no se podía esperar menos con los vecinos que tiene. Ostenta el honor de ser el puente atirantado de tres torres más largo del mundo. Además posee la característica especial de cables que se cruzan en el centro de los vanos.
El Queensferry Crossing ha sustituido al Forth Road Bridge, pero éste no ha quedado inactivo. En la actualidad está reservado para transporte público, ciclistas y peatones.
La actividad tampoco ha cesado del todo en el muelle de donde antaño salían los ferrys hacia North Queensferry. Ahora somos los turistas los que hacemos cola para subir a un barco (me encanta el nombre de la compañía: Maid of the Forth) que nos lleve a la isla de Inchcolm y, como regalo extra, nos dé un paseo bajo los puentes del Firth of Forth.
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