Dunnottar, un castillo de fantasía en la costa este de Escocia
A unos 3 km al sur de la pequeña localidad de Stonehaven, en Aberdeenshire, se encuentran las ruinas del castillo de Dunnottar.
Fascinante y evocador, como todo castillo en ruinas, Dunnottar además es especial por la singular belleza del entorno y por el inconfundible promontorio donde se asienta.
Merecidamente, está considerado el más espectacular de la costa este de Escocia.
El conjunto parece de fantasía. Un espeso manto de vegetación lo cubre casi todo y suaviza los contornos de los acantilados.
Se diría que el promontorio en forma de muela donde está el castillo fue creado a propósito para albergar una fortaleza de leyenda: elevándose 50 metros sobre el mar, tan sólo es accesible desde tierra firme por una estrecha franja.
La sensación de maravilla se renueva al fijarse en los lugares donde la roca queda expuesta. Este tipo de roca, compuesta por grandes cantos redondeados, recuerda a un pudín de frutos secos y efectivamente tiene un nombre bastante culinario: pudinga (pudding stone en inglés). Casi se esperaría verla desmoronarse y quedar reducida a un gran montón de guijarros sueltos, pero por supuesto es una ilusión, ya que es sorprendentemente dura y resistente a la erosión.
El acceso a la fortaleza, muy resguardado, se ha construido aprovechando una hendidura en la pared del promontorio. Tras la puerta de entrada hay un estrecho pasadizo que en algunos tramos discurre bajo tierra. Es necesario recorrerlo entero para emerger, casi como en un sueño (una pesadilla para los atacantes del pasado, ya lo sé), en la explanada del castillo.
La mayoría de los edificios que hoy vemos todavía en pie se construyeron entre los siglos XIV y XVII, en una época en que Dunnottar era propiedad del clan Keith.
Los Keith eran muy poderosos. El jefe de la familia ostentaba el cargo de Great Marischal, que era hereditario. Entre sus responsabilidades estaban los Honores de Escocia (es decir, las joyas de la corona) y la protección personal del rey cuando asistía al parlamento.
En 1458, el rey James II (el de la Cena Negra en el castillo de Edimburgo) elevó a William Keith, cabeza del clan en ese momento, a la dignidad de conde. El título se mantendría hasta 1715, cuando George Keith, 10º conde de Marischal, se unió al bando perdedor en el levantamiento jacobita.
Esto supuso un golpe fatal para el castillo de Dunnottar, ya que, fracasada la revuelta, el conde no sólo perdió su condición de noble, sino también sus propiedades. Dos años después, en 1717, Dunnottar sería vendido y desmantelado.
A lo largo de su vida como fortaleza principal de los Keith, Dunnottar ha sido escenario de acontecimientos relevantes en la historia escocesa. El más famoso tiene que ver con los Honores de Escocia, aquellos que los Marischal tenían el deber de custodiar.
El 1 de enero de 1651, Charles II fue coronado en Scone. En la ceremonia se usaron los Honores de Escocia, esto es, la corona, el cetro y la espada. Con Escocia invadida por las tropas republicanas de Oliver Cromwell y éste determinado a destruir tan importantes símbolos de la monarquía, hubo que poner las joyas a buen recaudo. El lugar elegido fue el castillo de Dunnottar, que por algo tenía fama de inexpugnable.
La pequeña guarnición tuvo que soportar ocho meses de asedio, pero cuando finalmente los ingleses consiguieron rendir la fortaleza, los Honores ya no estaban. Hay varias versiones acerca de quiénes y de qué manera lograron sacarlos a escondidas del castillo. Lo que sí se sabe es que se enterraron en la cercana iglesia de Kinneff, donde permanecieron hasta 1660, cuando fue seguro retornarlos al castillo de Edimburgo.
Dunnottar también se utilizó como prisión, cosa que era de imaginar. En 1685, 167 Whigs (miembros de una facción radical de los Covenanters) fueron encerrados durante dos meses en una bóveda del castillo. Al igual que los Covenanters apresados en el cementerio de Greyfriars en Edimburgo, la mayoría tuvo un destino triste: los que no murieron por las pésimas condiciones o intentado escapar fueron deportados a las colonias americanas y pocos sobrevivieron.
La húmeda y oscura bóveda donde estuvieron prisioneros se conoce como Whigs’ Vault.
Y justamente encima, ya es casualidad, está la sala llamada King’s Bedroom. En ella se alojó Charles II a su llegada a Escocia, antes de ser coronado en Scone.
Para los despreocupados visitantes del siglo XXI, marcharse de Dunnottar es algo parecido a abandonar el país de las hadas. O de los elfos, si uno se para a pensar en el nombre que tiene en gaélico escocés.
Tengo que anotarlo, no quiero olvidarme:
Dùn Fhoithear
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