La Old Town y la New Town de Edimburgo: historia de dos ciudades
Un moderno tranvía nos lleva desde el aeropuerto de
Edimburgo hasta el centro de la ciudad. Las sensaciones son buenas ya desde el
principio y nos gusta lo que vamos viendo, pero cuando el tranvía enfila por la
céntrica y muy ajetreada Princes Street vivimos un momento inolvidable.
A nuestra derecha, extendiéndose a lo largo de una profunda
hondonada paralela a la calle, se encuentran los Princes Street Gardens, que
separan (o unen) la New Town y la Old Town. Y al otro lado de los jardines,
encaramado sobre una roca, vemos por primera vez el castillo, imponente y maravilloso.
A continuación, sobre el alargado promontorio que desde el
castillo desciende en suave pendiente hacia el este, se van sucediendo los edificios
de la Old Town.
Cansadas e ilusionadas a partes iguales, esta primera visión
del casco antiguo de Edimburgo asomando tras el verdor nos parece casi sacada
de un sueño, demasiado fantástica como para ser real.
La impresión no hará sino aumentar en los próximos días,
cuando exploremos la Old Town. Pero esta tarde nos limitamos a pasear por las
calles de la New Town, totalmente encantadoras en su propio estilo.
Pese a su nombre, la New Town (ciudad nueva) no lo es para
alguien del siglo XXI.
A mediados del siglo XVIII, Edimburgo tenía un grave
problema de superpoblación. Dentro de los límites de la Old Town, ciertamente
un área muy reducida, vivían aproximadamente unas 30.000 personas.
Hasta entonces, en lugar de expandirse a lo ancho, la ciudad
había crecido a lo alto. En edificios de muchos pisos, auténticos rascacielos
medievales, se apiñaban las familias: los ricos en los pisos superiores, lo más
lejos posible de la suciedad y el ruido, y los pobres en los más bajos, a
menudo viviendo toda la familia en una sola habitación.
Aquella abarrotada Edimburgo de altísimos edificios y
estrechos callejones se veía constantemente envuelta en una densa nube de humo
procedente de los numerosos fuegos y chimeneas. De ahí su apodo: Auld Reekie
(vieja humeante).
En el año 1766 se quiso dar solución al problema de
hacinamiento que padecía la antigua Edimburgo. En ese momento se iniciaron
planes para la expansión de la ciudad hacia el norte, al otro lado del Nor’
Loch, un lago bastante contaminado que se localizaba en lo que hoy son los
Princes Street Gardens.
Así comenzó la creación de la New Town, un barrio de calles
anchas y ordenadas, donde los ricos se hicieron construir elegantes casas, la
mayoría de estilo georgiano (casi como era de imaginar, los pobres se quedaron
en la Old Town).
La New Town se embelleció además con amplias plazas y
jardines, algunos de los cuales (estamos verdes de envidia) siguen siendo
privados en la actualidad.
En cuanto al insalubre Nor’ Loch, se desecó finalmente para
dar cabida a los Princes Street Gardens. Estos jardines están divididos en dos
por una elevación de terreno artificial, The Mound, que conecta Princes Street
con la Old Town. Es interesante saber que este montículo se creó con la tierra removida
para la construcción de los cimientos de la New Town.
Nuestro apartamento se encuentra en el último piso de una de
las encantadoras casas de estilo georgiano tan abundantes en esta parte de la
ciudad. Ya de noche, cómodamente instaladas, descansamos y miramos a través de
las ventanas. En mi imaginación resuenan los versos de Robert Fergusson:
Auld Reikie, wale o’ ilka Town
That Scotland kens beneath the Moon…
Comentarios
Publicar un comentario