De Atenas a Santorini en asiento de ventanilla: primeras impresiones
Tras una breve pero fabulosa estancia en Atenas, nos despedimos con pena de la capital griega para dirigirnos a Santorini, nuestro siguiente destino.
Esta afamada isla del mar Egeo se localiza en la parte más
meridional del archipiélago de las Cícladas, el grupo de pequeñas islas que se
extiende justo al sureste de la península del Ática.
El trayecto en avión es bastante corto, por lo que el tiempo
se nos pasa volando (literal y figuradamente) mientras abajo en la distancia
las islas se suceden una tras otra.
Cuando finalmente avistamos Santorini, la reconocemos de
inmediato. La isla en forma de media luna, junto con los pequeños islotes que
la acompañan, es la parte visible de una gran caldera volcánica de unos 10 km
de diámetro.
Con el avión ya en tierra, todavía podemos divisar la vecina
Anafi. En el siglo XIX, artesanos de esa isla se trasladaron a Atenas para
trabajar en la construcción del palacio del rey Otón I (hoy sede del parlamento
griego). Estos trabajadores edificaron sus propias casas a los pies de la Acrópolis,
creando de este modo el barrio de Anafiotika (¡qué recuerdos!).
El nombre de Santorini (en referencia a Santa Irene) es de
origen italiano. Así se la conoce desde los tiempos de la dominación veneciana,
que tuvo lugar a partir del siglo XIII.
No obstante, tras la formación del estado griego en el siglo
XIX se recuperó su nombre antiguo, Thera. Este, de hecho es el oficial. Deriva
de Theras, el líder de los lacedemonios que según la leyenda se
establecieron en la isla.
Ha tenido más nombres. Según Heródoto, antes se llamaba
Kalliste (la más hermosa) y todavía antes se la llamó Strongyle (redonda).
Después de todo, la isla tiene una larguísima historia.
Una vez hemos puesto el pie en Santorini, nos dirigimos a
Fira, la capital, donde nos vamos a alojar. El hotel es precioso, pero estamos
impacientes por salir a recorrer las calles y asomarnos a la caldera.
El acantilado sobre el que se ubica la pequeña localidad de
Fira alcanza en esta zona una altura de unos 260 metros. Ya se ha puesto el
sol, pero todavía podemos vislumbrar brevemente la caldera mientras la noche cae
rápidamente. Mañana será otro día...
Y amanece un magnífico día.
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