Un paseo por la colina de Filopappou en Atenas: las Musas, las Ninfas y la Pnyx
Muy cerca de la Acrópolis, en dirección oeste, se extiende una amplia zona verde que integra tres colinas. La de Filopappou, también llamada de las Musas, es la mayor de todas ellas y la que se encuentra más al sur. Le sigue la colina de Pnyx y por último la de las Ninfas.
Estas colinas, al igual que el Areópago, ofrecen unas vistas fantásticas de Atenas en general y de la Acrópolis en particular, pero además son perfectas para relajarse y disfrutar de un cómodo y agradable paseo.
Muy próxima a la zona de acceso entre Filopappou y Pnyx, casi oculta entre los árboles, se encuentra la pequeña iglesia bizantina de Agios Demetrios Loumbardiaris.
El entorno donde se localiza esta preciosa iglesia es un remanso de paz. Nos demoramos un buen rato recreándonos en la decoración de su fachada, realizada a base de fragmentos de piedra y cerámica.
Estos motivos fueron añadidos a mediados del siglo XX y son una creación de Dimitris Pikionis, el arquitecto al que se le encomendaron los trabajos de restauración.
En la misma época, Pikionis también realizó el trazado de los maravillosos caminos peatonales que estamos recorriendo, tanto los que discurren por la colina de Filopappou como el de acceso a la Acrópolis que ya conocemos.
Nos desviamos un momento para ver la llamada Prisión de Sócrates, el lugar donde según la tradición permaneció encarcelado el filósofo, condenado a morir bebiendo cicuta.
No hay evidencia histórica que confirme este hecho y es muy probable que no sea cierto. Sí sabemos sin embargo que durante la Segunda Guerra Mundial este lugar se utilizó como escondite de antigüedades procedentes de la Acrópolis y del Museo Arqueológico Nacional, con el objeto de salvaguardarlas del saqueo nazi.
Retomamos el camino pendiente arriba y antes de alcanzar la cima nos detenemos en el mirador Anderon. Desde esta terraza, también obra de Pikionis, disfrutamos casi en soledad de la vista de la Acrópolis.
Recorremos con calma el corto tramo que separa el Anderon de la cima de Filopappou. En este lugar se levanta el monumento funerario erigido en honor de Julio Antíoco Filopapo, príncipe exiliado de Comagene (en la actual Turquía, cerca de la frontera con Siria) y gran benefactor de Atenas.
Del monumento, construido en torno a los años 114-116, solo queda una parte de la fachada que mira a la Acrópolis. Detrás se encontraba la cámara funeraria con el sarcófago.
Filopapo aparece representado dos veces. En el relieve inferior va montado en una cuadriga, mientras que en la parte superior ocupa el nicho central. A su derecha se encuentra su abuelo Antíoco IV, último rey de Comagene. La figura de su izquierda, que se ha perdido, representaba a su antepasado Seleuco I Nicátor, fundador de la dinastía seleúcida.
Después de dedicar todavía un rato a contemplar Atenas desde las alturas, retomamos el paseo. Nos dirigimos ahora hacia la colina de Pnyx, al norte de Filopappou.
Caminamos sin prisa pendiente abajo disfrutando del paisaje. Entre los árboles aparece de vez en cuando la Acrópolis, que no nos cansamos de ver.
Desde la iglesia de Agios Demetrios Loumbardiaris, caminamos en dirección norte hasta llegar a otro mirador excepcional.
Nos encontramos al lado del pequeño edificio que alberga el telescopio Doridis. Este telescopio, que data del año 1902, fue sufragado con donaciones de miembros de la diáspora griega, uno de ellos Dimitrios Doridis.
A tan solo unos metros hacia la izquierda se encuentra la
Pnyx, el lugar de reunión de la Ekklesía (asamblea de ciudadanos). Esta institución, establecida por Solón, era el principal órgano de decisión en todos los ámbitos y estaba abierta a todos los ciudadanos varones atenienses.
Desde el siglo VI a.C. las asambleas se celebraban aquí, por lo que se entiende lo significativa que es la Pnyx en la historia del nacimiento de la democracia.
Aunque parece que solo tenemos ojos para la Acrópolis, nos
acercamos a la bema (tribuna de los oradores) y justo a su lado nos fijamos en los restos del santuario de Zeus Hypsistos (el más alto) establecido en el siglo I d.C.
Los nichos tallados en la roca donde se colocaban las placas votivas nos recuerdan a los que ya hemos visto en la ladera norte de la Acrópolis.
Aquí damos por finalizado el paseo, pero antes de despedirnos todavía dirigimos la vista hacia el Observatorio, uno de los primeros trabajos del arquitecto danés Theophil Hansen, que domina la cima de la colina de las Ninfas.
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